La hermandad por los toros. — ¡Abajo los detractores! — Dumas, Madame Severine, Coope, Gautier. — El rejoneo á la portuguesa. — Caballeros rejoneadores.
Va tan íntimamente unida la historia del toreo portugués á la del español, que apenas si se diferencian en algunos detalles.
Verdadero punto de hermandad entre ambas naciones han sido las corridas de toros, hasta el extremo de aceptar como suyos nuestros lidiadores, aplaudiendo sin reserva su temeridad y su arrojo, ajenos siempre á patrioterías de mal gusto, y á sensiblerías cursis, y dispuestos al férvido entusiasmo que en el alma más tranquila provoca de continuo el espectáculo de nuestra fiesta favorita.
Saben demasiado que á las corridas de toros no se las puede exigir más de lo que dan ni ver en ellas esas trascendencias filosóficas que se empeñan en achacarles los que presencian indiferentes el juego del boxeo que mata ó por lo menos desnariga á un hombre; el juego del polo que desriñona é inutiliza á los más ágiles y hermosos caballos, y las carreras en que el jockey se descrisma; los que pidiendo sin cesar carne cruda para satisfacer su apetito tienen el egoismo de no presenciar ni sufrir viendo cómo se vierte la sangre de la víctima que pedazo á pedazo han de devorar en el sabroso roosbeef.
¡Ah! La humanidad es así; siempre la eterna fábula de Samaniego realizada; siempre el brutal estómago con hambre, y las uñas prontas á desgarrar y los labios ávidos de fijarse sobre los bordes de la herida para chupar la sangre como el hurón, condenando después con el gesto hipócrita y melindroso, cuando la disgestión hiposa deja paso apenas al análisis del espíritu, el ansia brutal.
En Francia comen todos los días más de 40 millones de habitantes y todos reclamarán carne fresca, imponiéndose, por consecuencia, el sacrificio de innumerables reses. Es casi seguro que los más graves detractores de nuestra fiesta nacional serán inimitables comedores de magras. Dumas (padre), por ejemplo, aquél que dijo que las fortalezas españolas se rendían á la primera intimación, y cuya imaginación brillante no le puede disculpar á nuestros ojos de ser el escritor más injusto, tenía especial predilección por los asados y las buenas lonchas de ternera y los buenos jigotes de vaca; Mad. Severine y Coope, probablemente habrán hecho más gasto de carne que Teófilo Gautier, nuestro defensor antusiasta.
Pues bien; toda esa inmensa multitud, comiento el solomillo de vaca con más avidez y más ruido que los gusanos de seda la hoja del moral, ¿cuántos golpes de maza no representan en los mataderos de París y de los departamentos?
Puestas en fila las reses que es necesario sacrificar á la hora del sacrificio, podría compararse su espectáculo á un campo lleno de espadaña tronchado de súbito por la furia del vendaval. Y, sin embargo, esas sutiles y etéreas criaturas sacan á relucir la ley Grammont y quieren que el toro sea animal doméstico. En ese país brotan sociedades protectoras de todos los animales hasta que llega la hora de comérselos, que es precisamente lo que antes hacían los indígenas de Nueva-Zelanda con los náufragos que conseguían atrapar.
¿No es cien veces, y dentro de lo relativo, más espiritual el ver sacrificar un toro en un lugar que no tenga los asquerosos miasmas de un matadero, dándole ocasión para defenderse y derecho á atacar, siendo burlado y arrostrando su furia, sufriendo á menudo los efectos de su encono desesperado? ¿No es mil veces, repetimos, más espiritual que amarrarle dejándole sin defensa, surgir de pronto y hacerle rodar un mazazo?
Eso admitido, detractores de mi alma, ¿qué trataréis de demostrar? ¿Que siempre es odioso el espectáculo de la sangre? ¡Oh, sí, muy antipático! Sobre todo, es más cómodo decir: «Vertedla, vertedla, pero que no lo vea yo; dádmela en vajillas de oro, en treinta y dos platos con más adornos que los que prodigaban en los antiguos banquetes florentinos; sacrificad para obsequiarme vuestro buey más hermoso y más joven ante el ara divina de mi estómago, mientras me baño en agua de rosas en el lugar más recóndito y silencioso del bosque, donde los gorjeos de las aves no deien llegar hasta mí los tristes balidos de la víctima; descuartizad y hundid vuestros brazos hasta el codo en las entrañas palpitantes, y apartad con gran cuidado los riñones, que es mi plato especial; preparadme entre adornos de odoríferas yerbas el suculento solomillo, y al servirlo presentáos á mí con las manos limpias, muy limpias, donde yo no vea una sola gota de sangre que me produzca lástima ó asco. ¡Ah, sí! Yo como por necesidad y soy miembro de una sociedad protectora de animales y plantas, pero encierro mis ideas en estos silogismos.
«Toda planta debe brotar para que yo la arranque. Todo animal tiene derecho á vivir, luego es natural que yo me lo coma.»
Contra todos los estadistas, contra todos los filósofos, contra todo lo que preconicen esos ciudadanos que pretenden velar por la dicha del pueblo, destruir con argumentos sin lógica las costumbres porque á ellos no les gustan, á ellos, que componen la minoría, hay una suprema razón, y es la siguiente:
El pueblo tiene más razón que nadie.
Cuando adopta una costumbre ó profesa una religión y mantiene con desvelo su culto y su fe, no hay que dudar que lo que mantiene es bueno.
Por eso precisamente las provincias meridionales de Francia, Arlés, Nimes, Bayona y Mont de Marsán, tan aficionadas á las corridas de toros como Madrid, Sevilla y Barcelona, mantienen enarbolado constantemente el estandarte de la rebelión contra todo decreto y toda ley que tienda á prohibir nuestra fiesta, que ya es también suya.
No importa
que el prefecto trate de impedir la entrada al circo: el pueblo va, el pueblo
empuja, y entra, y pide que se corran los toros á uso español, y el pueblo
funda periódicos taurinos, y publica vocabularios con términos tauromáquicos,
para poder sentir más hondo el conocimiento de lo que el espectáculo es, y aprender
más de prisa las denominaciones de sus distintos lances.
Nimes, Arlés, Bayona... vosotras dais un eumpujón á los Pirineos, colocándolos más allá del pueblo del Tartarín, inmortalizado por Daudet: vosotras, lo mismo que Lisboa, Porto y Santarem, os vais haciendo hermanas nuestras por la comunidad de gustos. Adelante siempre: la fiesta de toros no es una derivación del antiguo circo romano, donde el gladio y las garras terminaban la vida de los hombres. No es el Spoliarium de estas fiestas, sino la fiera sacrificada noblemente por el hombre, para repartir después su carne entre la gente que necesita comer barato.
Los toros son una diversión que se extiende y sube como la marea, sin que puedan contener su movimiento ascendete diques ni propósitos. Palmo á palmo ganará terreno, y de la misma manera que Hernán Cortés y Vasco de Gama conquistaban lentamente Méjico y las Indias, así la afición á las corridas, adelantando, conquistará este departamento hoy, el otro mañana; triunfará en París, por llevarla el pueblo; invadirá como la oleada de la inundación la parda línea de los Vosgos por la derecha, subiendo de España, mientras hacia el Noroeste, precipitándose en la Vendée y en Bretaña, se detendrá un momento en el canal de la Mancha, esa masa líquida en cuya superficie circulan ya las corrientes glaciales del polo, pero pasará al fin y se apoderará de Londres, mientras rueda con fantástica rapidez sobre el suelo de prusia.
Entonces la afición, lanzando un grito estentóreo de entusiasmo, proclamará la fiesta española, fiesta universal. ¿Será realizable este sueño? Mientras vaya ganando terreno, por lo menos se puede tener esperanza.
¿Chi lo sa?
Pero no divaguemos, y sea con nosotros el método.
Hablábamos de Portugal, de la hermosa patria de Camoens, y decíamos que su toreo no se diferencia del nuestro sino en ligeros detalles.
Digamos los que son.
En primer termino, la parte principal del toreo portugués es la caballeresca.
El rejoneo.
Pero rejoneo
con rejón de los de forma de hoja de peral, al antiguo uso de España; rejón de
muerte y no de adorno, clavados por peritísimos caballeros que, en vez de la
airosa ropilla, visten para estos lances la casaca de terciopelo, y en vez del
fieltro con airón, el sombrero de tres candiles, festoneado con plumas.
El rejoneo á la portuguesa no consiste en citar al toro y esperarle, rejoneando por la derecha mientras el peón le empapa por la izquierda con el capote, sino en buscar á la res, esquivarla, corretear en derredor suyo, poniendo á prueba el que lo ejecuta sus condiciones de habilísimo jinete; cambiar de pronto la dirección que se lleva, y, por último, y estando la fiera en condiciones, cruzar por delante de ella á toda velocidad, clavar y quebrar el rejón, quedándose con el puño como trofeo.
Hagamos mención de los caballeros del vecino reino que más se han distinguido en esta suerte.
He aquí los principales:
JOSÉ BENTO D'ARAUJO
Este distinguidísimo rejoneador, cuyo excelente trabajo han tenido ocasión de admirar los aficionados madrileños más de una vez, nació en Junquería (NOTA : Nasceu na Ajuda, em Lisboa) el año de 1852 (NOTA : 18 de Setembro de 1851 - 2 de Setembro de 1924), cuenta, por consecuencia, en la actualidad, cuarenta y cuatro años.
Dotado de
una afición sin límites y un valor rayano en la temeridad, se presentó por
primera vez ante el público de su país en 1874, alcanzando unánimes aplausos, y
captándose, desde luego, la admiración y las simpatías del público, pudiendo
decirse que desde aquella tarde data la celebridad de este caballero.
Después tomó parte en varias corridas verificadas en Sacavem, Campo de Sant'Anna (NOTA : Lisboa), Porto y otras plazas de provincias, alternando con el célebre Monteiro (NOTA : Casimiro Monteiro) y Manuel Mourisca.
Sembrada de flores en Portugal su senda de artista, quiso ver otra nueva tapizada para él en el extranjero, é imitando á nuestro D. Luis Mejía:
Saltó á Francia, ¡buen país!
toreando con satisfacción general en París, Nimes, Marsella, Arles, Avignón y Mont de Marsán, que siempre se han distinguido en festejar á los lidiadores célebres, y en proteger á los desconocidos. (José Bento de) Araujo puede contar su paso por Francia como una victoria legítima, y su trabajo de aquella ocasión, como uno de los que más pueden enorgullecer al que lo practica. Los periódicos se deshacían en elogios del gentil caballero, haciendo su apología y señalándole como uno de los más decididos y notables lidiadores portugueses.
Entre los distintos artículos y poesías encomiásticos que se le tributaron entonces, guistó mucho la siguiente composición publicada por el periódico taurino de Nimes, titulado El Picador, en su número del 28 de Mayo de 1893.
MADRIGAL AU CABALLERO EN PLAZA
(JOSÉ) BENTO D'ARAUJO
Voyons! Caballero, sois toujours admirable
Et fais que pour longtemps tu sois incomparable!
Ton royal coursier et toi,
si ravissant,
Vous savez mériter les
applaudissements!
Ton jeu superbe et grand,
d'une grâce infinie,
Du sang-froid, de l'adresse,
entretient l'harmonie!
Tu es l'enfant gâté des
spectateurs Nimois,
Redouble donc d'ardeur, car
pour eux, tu le vois,
Il faut non seulement
planter tes javelines
Mais leur montrer aussi ce
que chacun devine;
Le goût parfait de l'art,
qui fait seul leur régal,
Pour que tu puisses d'eux parler en Portugal!
L. S. ***.
Sintiendo la nostalgia de la patria después de dos años de ausência (NOTA : 1891 - 1894. Foram praticamente 3 anos), volvió á ella en 1893 para continuar, quizá con más ardimiento que antes, su larga y envidiable carrera de triunfos, como lo prueban las delirantes ovaciones que alcanzó en Lisboa toreando en la plaza del Campo Pequeño.
La plaza
española en que más se distinguió, fué en la de San Sebastián, donde mató un
toro de un rejonazo como pudiera hacerlo Don Duarte, cuando rejoneaba en la
Plaza Mayor de Madrid.
(José) Bento d'Araujo es nombre de educación esmeradísima, temperamento activo, y carácter franco y generoso, de esos que se granjean amistades por donde van.
En cuanto à su personalidad artística, nos atendremos al juicio emitido por el director del notable periódico portugués A Tourada, que tenemos á vista.
Dice así:
«José Bento
d'Araujo, á quien todos admiran por la corrección y lucimiento de su trabajo,
pertenece al número de aquellos á quienes debe más el arte tauromáquico, porque
ha sabido engrandecerle de una manera notable por la forma que cultiva con
tanto esplendor. Su manera de lidiar está incontestablemente basada en los
conocimientos más reónditos del arte y no intenta una suerte que no tenga el
resultado apetecido. Las suertes de gaiola
las tiene practicadas con toda brillantez en las corridas en que ha trabajado
en Campo Pequeño. Buen pulso y consintiendo siempre á los toros, su trabajo es,
por regla general, el más correcto y lucido posible, siendo muy raro el ver un
hierro colocado por el aplaudido caballero fuera del sitio en que deba estar.
Dotado de un valor que pasa los límites de lo ordinario, para él no hay toros
de difícil lidia.»
Como nota final podemos añadir que el caballero (José) Bento d'Araujo toreó en España con general aplauso, y descontando la plaza de San Sebastián ya mensionada, en la de Santander, donde se distinguió rejoneando toros de D. Vicente Martínez, de Colmenar; en la de Barcelona, donde trabajó en seis corridas, y, por último, en Madrid, á la que vino contratado por dos corridas, agradando tanto que la empresa tuvo que ajustarle por otras tres.
(NOTA : José Bento de Araújo actuou nas seguintes praças espanholas : Madrid, San Sebastián, Barcelona, Santander, Caudete, etc.)
Também participou durante vários anos em touradas realizadas no Brasil: Rio de Janeiro e Belém do Pará.)