27 DE AGOSTO 1892 - PARIS: CORRIDAS COM POUCO INTERESSE... (na imprensa francesa)


A la Plaza de Toros

En dépit des notes payantes que la Plaza de la rue Pergolèse fait insérer dans la presse quotidienne, notes qui constatent toujours le grand succès de la course précédente, nous qui sommes indépendants et qui assistons à ces courses, non par plaisir, mais pour voir ce qui s'y passe, nous affirmons que les deux dernières courses de dimanche et de jeudi dernier ont été aussi peu intéressantes, et disons le mot aussi assommantes que celles courues cette année.

Ojeda et sa cuadrilla, les essais toujours infructueux de Mlle Maria Gentis, le quadrille provençal, et enfin l'éternel (José) Bento de Aarujo ne sont pas, avouez le, des éléments suffisamment intéressants pour attirer la foule, aussi ne sommes-nous nullement surpris de voir un peu moins de monde à chaque nouvelle course.

Il y a bien les picadores; mais pour que ce numéro soit attrayant, il faudrait que M. Fayot se décidât à nous donner des taureaux sérieux et non pas de pauvres animaux anémiques ou ayant déjà été employés précédemment.

Demain dimanche, 19ème course, cela nous promet encore de l'agrément.

Julius

Bibliothèque nationale de France

In LA REVUE DIPLOMATIQUE, POLITIQUE, LITTERATURE, FINANCES, COMMERCE INTERNATIONAL, Paris - 27 de Agosto de 1892

26 DE JUNHO DE 1892 - PARIS: O CAVALEIRO JOSÉ BENTO DE ARAÚJO NO INÍCIO DA TEMPORADA TAURINA EM FRANÇA (na imprensa espanhola)


Biblioteca nacional de España

París. - El 26 del pasado Junio se inauguró la temporada taurina en la capital de Francia, lidiándose dos toros del Duque de Veragua, dos de Bañuelos y dos cabritos de la Camargue, para ser corridos estos últimos por la cuadrilla de toreros franceses de Pauly.

Angel Pastor y su cuadrilla fueron muy aplaudidos, así como los rejoneadores (José) Bento d'Araujo y Mlle. Gentil.

El ganado dió bastante juego.

Los lidiadores fueron obsequiados con tabacos, sombreros, ramos, abanicos y vivas.


In EL TOREO, Madrid - 4 de Julho de 1892

24 DE DEZEMBRO DE 1881 - LISBOA: O CAVALEIRO JOSÉ BENTO DE ARAÚJO A CONTAS COM A JUSTIÇA...


Biblioteca nacional de España

SECCION DE NOTICIAS

Aquel célebre caballeiro portugués, (José) Bento de Araujo, que no ha mucho tiempo hizo una excursion tauromáquica por varias plazas de España, acaba de ser condenado á prision y multa por los tribunales de Lisboa, por resistencia á la autoridad. Afortunadamente para el lusitano rejoneador, la pena es leve: diez y ocho dias de cárcel y unos cuantos miles de reis fuera de la algibeira.


In EL IMPARCIAL, DIARIO LIBERAL, Madrid - 24 de Dezembro de 1881

26 DE JULHO DE 1891 - PARIS: MAIS UMA BOA CORRIDA... (na imprensa francesa)


Bibliothèque nationale de France

THÉATRES

Décidemment les courses de taureaux passionnent les Parisiens.

Dimanche, pour les adieux du Mateito et des Landais, les arènes étaient combles; on a fait de longues ovations au sympathique chef de cuadrille et à nos compatriotes.

Gros succès également pour Mlle Gentis, plus fêtée que jamais, pour (José) Bento de Araujo, M. V. Martin et les picadores.

Le soir comme de coutume, beaucoup de monde à la représentations de Cinq mois au Soudan.

Dimanche début du Casa (?) et du Pouly de Beaucaire.

In LA LANTERNE, Paris - 29 de Julho de 1891

6 DE MAIO DE 1894 - LISBOA: UMA CORRIDA ESPECIAL NA PRAÇA DO CAMPO PEQUENO



Biblioteca nacional de Portugal

Praça do Campo Pequeno

Faico, o applaudido espada que a epocha passada tanto agradou ao nosso publico, trabalha na tourada do proximo domingo, em que o sr. dr. Maximo Falcão fornece um bello curro de touros.

Os cavalleiros da tarde são os festejados artistas José Bento (de Araújo) e Fernando de Oliveira.


In DIARIO ILLUSTRADO, Lisboa - 2 de Maio de 1894

3 DE JUNHO DE 1894 - PRAÇA DO CAMPO PEQUENO: UMA TOURADA QUE TEM DESPERTADO O MAIOR ENTUSIASMO...



Biblioteca nacional de Portugal

Praça do Campo Pequeno

A tourada que se annuncia para ámanhã tem despertado o maior enthusiasmo pelo bello conjuncto de elementos que apresenta, conforme temos noticiado.

Tomam parte os espadas "Minuto" e "Bonarillo" e o matador de novilhos Fernando Lobo "Lobito". Além d'isso trabalham tres cavalleiros: José Bento (de Araújo), Fernando d'Oliveira e Adelino Raposo.


In DIARIO ILLUSTRADO, Lisboa - 2 de Junho de 1894

15 E 16 DE AGOSTO DE 1891 - PARIS: MAIS CORRIDAS NAS ARENAS DA RUA PERGOLÈSE (na imprensa francesa)


Bibliothèque nationale de France

Petites Nouvelles

Samedi 15 et dimanche 16 août, deuxième et troisième grandes courses de taureaux aux arènes de la rue Pergolèse.

Au programme:

Valentin Martin, Lesaca et leurs quadrilles, José Bento de Araujo, cavalier en place; les picadores, Le Pouly de Beaucaire et son quadrille et l’amateur français piquant à la méxicaine.

In LE RADICAL, Paris - 14 de Agosto de 1891

17-18 DE JUNHO DE 1925 - BADAJOZ: LA SUERTE DE REJONEAR - CHARLAS TAURINAS... (na imprensa espanhola)


Biblioteca nacional de España

CHARLAS TAURINAS

La suerte de rejonear y algo de historia


No fácil es el empeño a que mi voluntad y afición me lleva en esta segunda de mis Charlas. Reducir asunto tan largo de contar y comentar a los imprescindibles limites de un artículo periodístico, es algo arduo. Pero allá vamos, guiado más que por nada, por ser hoy en el campo taurino la suerte de rejonear, de actualidad notoria, y contar con innumerables partidarios, a falta de otros elementos que provocaran el natural apasionamiento y entusiasmo en los arenosos circos.

La suerte de rejonear, es por su historia, por su abolengo y por su gentil vistosidad, la suerte aristocrática por excelencia. De considerarla elemento, complemento o parte integral del espectáculo español, entonces la historia de éste se remonta a varios siglos. pero la fiesta actual de toros, no va unida ni surgió con aquella, sino mucho después, teniendo su comienzo cuando ya la nobleza fué abandonando aquel esplendoroso espectáculo, dejando toros a plebe, para que ésta los matara o desjarretara, después de enmaromados y corridos. Entonces comenzaron a brotar del pueblo los primeros lidiadores de toros a pie.

Respecto a la lidia de toros o a luchar con toros, casi siempre en defensa propia en los campos, existe en los historiadores de este asunto bastante divergencia de opiniones, pues mientras unos afirman que ya, en tiempos de la dominación romana, se contendía con las fieras astadas, que no es lo mismo que lidiarlas o matarlas en habilidosa lid, otros, a mi juicio más acertados, citan a los árabes como los primeros que ancerraron toros para matarlos en diversión pública. No se conocen pinturas ni estampas que representen romanos lidiando toros, y si que éstes les fueran arrojados a los condenados, a morir en el circo, despedazados por las fieras. En cambio existen estampas del inmortal Goya representando árabes alanceando toros. Esta fiesta es considerada como una derivación de los antiguos y sangrientos torneos implantados en 919 por Enrique I, duque de Sajonia, torneos que se generalizaron de modo alarmante en toda Europa, hasta que fueron absolutamente prohibidos por Felipe el Largo, después de haber sido furiosamente anatematizados por los papas Inocente II, Eugenio III y Alejandro III.

Reducidos los caballeros a entretenerse en hacer parodias de torneos y justas con cañas en vez de lanzones y gladios, y observando a los árabes españoles que celebraban fiestas en los cosos de Toledo y Granada con toros bravos que mataban a golpes de lanza o con agudo rejón, con el mayor beneplácito y entusiasmo de la afición, comenzó a entrar en una nueva fase este ya favorito espectáculo, poniéndose en práctica la suerte de alancear toros que diestramente ejecutaron en aquellos famosos tiempos Cid Rodrigo de Vivar y Carlos I.

Aquella época de tanta bizarria y color la transcribe el romancero en estos versos:

... Buen alcaide,
Impórtame que mañana
Te partas para Antequera
Al resgate de mi dama.
Llevarás cien doblas de oro
Y otra cantidad de plata.
Traerásla como a reina,
Pues es reina de mi alma.
Por las tierras do viniere
Corran toros, jueguen cañas,
Hagan fiestas y torneos,
Toquen clarines y cajas;
Yo la saldré a recibir
Legua y media de Granada
Con toda mi casa y corte,
Para que entre más honrada.

En tiempos de Alfonso VI (años 1067 a 1108) precisamente viviendo el Cid y en Toledo el rey moro Alimenón hubo fiestas de toros en coso ya cerrado a propósito para tal fiesta, con motivo de las bodas de Sancho Estrada.

También describen los historiadores las grandes fiestas de toros celebradas en Avola, según refiere en su libro Las grandezas de Avila el monje benedictino Luis Ariz, con motivo de las órdenes que en dicho año había de conferir el Obispo de aquella ciudad, a la que acudieron 244 ordenandos, seglares y, además, 83 monjes benitos; para obsequiar a todos éstos y festejar la ciudad acto de tamaña solemnidad se hicieron toros en el ejido, coso o plaza más inmediata al templo de San Vicente.

Y así innumerables citas, que demuestran que por los años referidos comenzaron con gran regocijo de todos los pueblos las fiestas de toros, y en muy pocas localidades de la Península se carecía de dicha diversión, muy especialmente en la ciata Avila, Sevilla y Granada, en casi todas de cuyas fiestas tomaban parte los magnates, nobles y señores y luego los plebeyos, que también manjaban con singular destreza las puntiagudas lanzas.

En todas estas fiestas ocurrían desgracias, pues la lidia se hacía en confuso tropel toros y personas.

En su Libro de Montería, describe Gonzalo de Argote, testigo presencial de las fiestas de alancear toros, la forma en que debe verficiarse esta suerte. Es algo larga la descripción y por eso no la transcribo, pero dice en síntesis: "Que el caballero ha de salir en caballo crecido, fuerte de lomos, levantado por delante, flegmático, que no acuda a priesa e alos pies; cubiertos ojos y oídos para que no vea ni oiga; aconseja el estudio que del toro ha de hacer el caballero ants de entrar en suerte y cómo ha de aguardar la acometida del toro y forma de no errar el lanzazo y clavarlo en su sitio, así también como ha de citarlo con la capa desde el caballo, para que el toro lo vea y lo reconozca y entonces alce el brazo y el criado que irá al estribo derecho le alargue la lanza, que afirmará al pecho sin moverla, hasta que el toro llegue a entrgarse a la herida y haya rompido su lanza, la cual no ha de soltar de la mano sin tenerla hecha pedazos, aunque al toro le saque de la silla".

La suerte de alancear toros, contemporizando al princípio con los suprimidos torneos, fué sustituída a la vez por otra más brillante y más artística: la suerte de rejonear. Así sucesivamente y en el transcurso del tiempo, el gladio fué sustituído por el puñal, la lanza por el rejón, el rejón por el rejoncillo y la espada de dos manos por el florete. la degeneración del hombre alcanzó también a las armas, exclaman Vázquez, Gandullo y López de Saá en su estupenda obra La Tauromaquia.

La fiesta de rejonear, alcanzó en el reinado de Felipe IV una grandiosidad y magnificencia tal, que las plumas más brillantes la describieron inspirándose en aquellos incomparables cuadros de luz y de color que ofrecía la plaza Mayor de Madrid en tantos Reales festejos; época de feliz evocación, de poetas, pintores y gallardos caballeros que exponían mil veces su vida ante el único y supremo gozo de alcanzar una sonrisa de su dama, que no cambiaría de seguro el caballero por todos los tesoros del mundo.

MANUEL ASINS.

(Continuará.)

In CORREO DE LA MAÑANA, Badajoz - 17 de Junho de 1925


CHARLAS TAURINAS

(CONCLUSIÓN)


Las primeras grandiosas fiestas de toros se celebraron en Valladolid, que fué corte de España durante seis años, durante el reinado de Felipe III, coincidiendo el natalício del Príncipe, con el arreglo de las diferencias habidas entre Inglaterra y España. Infinidad de caballeros, tanto españoles como ingleses, tomaron parte en estas fiestas, organizadas por el Consejo de Castilla, secundado por todos los notables del reino.

En conmemoración de estas fiestas, colocáronse medallones en las fachadas de muchos palacios, conservándose aún algunos en la del convento de las Brígidas de aquella ciudad.

En rejón en aquella época era una especie de lanza de un metro setenta centímetros de larga; la cuchilla, en forma cónica, aumentaba hasta más de la mitad, en cuya parte adelgazaba hasta terminar en punta. Con este rejón se daba muerte a los toros con relativa facilidad. Con ligeras diferencias, menos mortal, es el actual rejón español.

Se practicaba la suerte de dos formas: De frente Usuerte primitiva), con el auxilio de pajes o peones que marchaban a ambos estribos del caballero; el que iba a la derecha empapaba al toro con la muleta al llegar junto al caballo, mientras el caballero clavaba el rejón en el cerviguillo, quebrándole como ahora y saliendo al galope. El paje o peón que marchaba a la izquierda llevaba la única misión de recoger al toro si cambiaba hacia aquel lado la dirección.

Tenía forzosamente el caballero que realizar lo que se llamaba empeño a pie, si en la ejecución de la suerte perdía algo de su indumentaria, un guante, el fieltro, etcétera, el caballo era herido o cogido algunos de los peones. Entonces el caballero echaba pie a tierra, arrojaba al toro sobre la cara el ferreruelo y lo acuchillaba no con la tizona, sino con espada corta; si el animal huía, los lacayos le desjarretaban. Desapareció el empeño a pie a fines del siglo XVIII.

Había de llevar el caballero sólo dos lacayos, pero el desborde de lujo y ostentación que se desarrolló en el siglo XVII hizo olvidar este precepto y cada cual sacaba los lacayos y palafreneros que sus riquezas, posición o pretensiones le permitía o tenía por conveniente.

La otra forma de rejonear se llamó a caballo levantado sin más auxilio que la destreza en cabalgar, el valor y las faculdades de la cabalgadura. El caballero ejecutaba la suerte, según las condiciones del toro y los pies del caballo, imprimiendo en ella el mayor alarde de buen jinete y la mayor presencia de ánimo, cualidades harto abundantes en aquella época.

Conste que salían al circo toros grandes, de edad y cornalones. Así como poco menos del doble de los que hoy asoman por los chiqueros. Esta última forma de ejecutar la suerte viene a ser, con ligeras diferencias, igual a como se realiza hoy. Y respecto a reglas escritas en España para ejecutarla no tengo noticias existan más que las referidas y las contenidas en el libro Reglas para rejonear a caballo, escritas por don Miguel Marcelo Tamariz, publicadas en el año 1717, en verso, en 47 capítulos, que son un admirable compendio de conocimiento en la materia, que comienza así:

Requiere el traje para el rejoneo
limpieza y comspostura en la decencia,
y grave el corte para que su aseo
cause a la vista seria complacencia;
armado y calzón, más que al recreo
han de servir para la resistencia;
el sombrero, la capa, espada y gola,
a la entigua ha de ser, noble española.

Y así hasta los 47, sin faltar un solo detalle de cuanto atañe a la airosa suerte.

Volviendo al esplendor que revestían las fiestas que se celebraban en la susodicha plaza Mayor, terminada de construir el año 1619, son dignas de citar, entre muchas, algunas que revistieron inusitado esplendor, como aquella en que tomó parte con fastuosidad incomparable el favorito don Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias, cuyos delitos de inmoralidades, según unos, y de la desenfrenada ambición del Conde duque, según otros, purgó con su vida afrentosamente en la misma Plaza en que hiciera tales alardes de ostentación y riqueza que quedaron deslumbrado al mismo Rey. Sacó en la fiesta de referencia más de 60 pajes, ataviados de tal forma que con el dinero empleado en aquellos trajes habría con que avergonzar a los caballeros más brillantes; el jaco de menos valor costó más de 700 ducadas.

En aquellas luchas de valor y de derroche de dinero y de gusto llamó también poderosamente la atención don Pedro Téllez de Girón, duque de Osuna, que mandó poner a todos sus caballos herraduras de plata.

Los días de fiestas taurinas, en tal tiempo, desbordaban el entusiasmo de la capital de España, haciendo decir al poeta Juan Ruiz de Alarcón:

Los toros los ha de ver
aquel que más se desvia
de fiestas, porque en tal día
no hay otra cosa que hacer.

La pintoresca descripión que del encierro de los toros y otros preliminares de la fiesta hacen plumas de gran valía, ocuparían muchas caurtillas y hago dejación de consignarlas.

Don Juan de Tasis y Peralta, con de de Villamediana, gozó de gran popularidad en estas fiestas por ser un rejoneador certero y habilísimo. Se iba en derechura hacia el toro y rara era la vez que no le despachaba del prímer rejonazo. Lucía siempre en estas fiestas un lujo fastuoso. Tuvo mal fin. Hombre derrochador y vicioso, calavera hasta el extremo, siempre anduvo en empeños de honor o de amores, dejando a su paso por doquiera recuerdos imborrables de sus aventuras y enemigos encarnizados. Poeta satírico, mordaz y descarado, nunca paró mientes en destrozar honras; de él es el siguiente verso donde no se puede ultrajar más:

Qué galán que entró Vergel
con cintillo de diamantes!
Diamantes que fueron antes
de amantes de su mujer.

Llegó su osadía a pretender enmorar nada menos que a la joven y bella reina Isabel de Borbón, primera mujer de Felipe IV, y de ello presumió hasta el punto que su amor apasionado le llevó a presentarse en una de las fiestas referidas con un lujoso estandarte que decía en letras bordadas en oro: Son mis amores, son... y a continuación, sujetos al terciopelo, seguían varios realitos de plata, geroglífico que pronto tradujo Velasquillo, el bufón del Rey.

Pocos días después de esto, y dirigiéndose a sua casa en la carroza del conde de Haro, caía con el corazón partido de un ballestillazo de manos desconocidas el llamado ladrón de famas, conde de Villamediana, a quien, sin embargo, dedicaron después sentidas composiciones los poetas de su época, Quevedo, Góngora y otros.
guardia real española y tudesca, treinta palafreneros de la Real casa, el mayordomo de la Villa, trescientos setenta y ocho caballos, y ciento ochenta y ocho de resto, veintiocho caballerizos; cuatro mozos llevando a hombros un banco de caoba y ébano para montar, cubierto de seda encarnada con bordados y flecos de oro, trescientos diecinueve lacayos, doce acémilas carhadas de haces de canãs con cuarenta y ocho criados lujosamente vestidos y cincuenta herradores.

los caballos de cada grupo eran de un solo color y por el orden de cuadrillas antes citado, fueron alazanes blancos, alazanes morcillos, negros, castaños, castaños también, blancos, rucios y castaños. Distinguiéronse extraordinariamente la presentación del grupo del Rey y el de don Duarte de Portugal. La indumentaria de éste hizo fuese citada en aquella época en esta forma: "Su caballo era alazán y llevaba riquísima gualdrapa azul celeste, recamada de oro, rico penacho, cabezal y vendaje de oro y seda roja, y trenzadas las crines con lazos azules. Don Duarte vestía capa y ropilla de terciopelo blanco con canutillo de oro, perlas, trencillas y pasamanos; los forros eran de raso color avellana; llevaba botas desteradas, valona y puños de encaje y sombrero de fieltro negro con cintillo de diamantes, sujetando una preciosa pluma blanca."

Como dato interesante diré que en estas corridas reales, por disposición, del corregidor don Juan de Castro, se sacaron de la plaza por primera vez arrastrados por tiros de mulas, los toros y caballos muertos en la liza. Los tiros fueron de tres mulas cada uno, empenachadas con plumas de los colores nacionales, llevando unidas a los arreos y en la parte superior de los lomos, banderitas españolas, y servían cada tiro ocho individuos.


A Felipe IV sustituyó en el trono su hijo Carlos II y comenzó a menguar la afición a tales brillantes fiestas, y hasta la nobleza y el pueblo mismo fué cayendo en un misticismo histérico, sucediendo una época raquítica y pobre en que desaparecieron el arrojo temerario, las aventuras, los rondadores y la virilidad; vino el ridículo auto de fe, el exorcista y el monje; anulóse el soldado y toda la sociedad pareció contagiarse de las debilidades de aquel Rey, que no supo más que entretenerse con su bufón Luisillo y oir salves en Atocha; así divertía también a Luis XIV.

La suerte de rejonear no fué costumbre nunca, sino un programa, un detalle lujoso del cartel de funciones reales, las últimas de las cuales, celebradas en la plaza Mayor, tuvieron lugar en los días 16, 17 y 18 de octubre de 1846, con motivo de las bodas reales de doña Isabel II con don Francisco de Asís, y de la infanta doña María Luisa Fernanda con el duque de Montpensier. En estas corridas, llamadas ya así, tomaron parte los matadores de toros Cúchares, Chíclanero, Montes, Jordán y Jiménez.


El rejoneo en la actualidad y desde hace bastante tiempo, es patrimonio casi exclusivo de Portugal, donde nacieron los mejores rejoneadores, como (José) Bento d'Araujo, Tinoco da Silva, Senna Ripozzo, Luis do Rego, Manuel Casimiro y otros muchos.

Constituye la parte principal la más atrayente y más ferzorosa de los espectáculos taurinos de la vecina nación, a falta de que en ella jamás surgieron buenos lidiadores de a pie, y si únicamente algunos, muy pocos, buenos banderilleros, sin poder llegar, sin embargo, a nuestros famosos rehileteros. No se ha escrito mucho en Portugal de su fiesta favorita; la de rejonear; pero hay que reconocer que han sido y son excelentes caballistas, verdaderos conocedores de los secretos de tal suerte, que ejecutan con una serenidad y precisión inimitables; el rejoneador portugués no usa el traje a la antigua española, ni a la antigua portuguesa. Visten como todos sabemos, a la Fedreica, con el pelo empolvado en lugar de la sofocante peluca, usando en sus vestidos mucho gusto y no poco lujo. Las suertes principales de su toreo a caballo son las de frente, gaiola, de cara, a tira, a estribeira y a la media vuelta, esta última la de menos mérito. Hoy son los sostenes de dicha fiesta los notables rejoneadores Veiga (hijo), Nuncio, José Casimiro, Ruy da Cámara y algún otro.

En España ha resurgido esa afición, que ahora, como antes, es un detalle de la fiesta de toros, no nuestra fiesta, que tiene otros derroteros marcados, otra historia y otro arte. Hoy en España como en Portugal, salvo en algunas fiestas solemnes, en que rejonean señores de la nobleza, son los rejoneadores profesionales del arte; las normas para la ejecución de la suerte, son casi iguales en Portugal como aquí, aun cuando en España se le da un sabor campero y se sale a la plaza con el típico traje corto. Cañero, Esquerdo, Reyes y muchos más, se distinguen en esta suerte.

No juzgo a ninguno, ni españoles ni portugueses, porque no es objeto de critica este artículo; caballistas enormes son unos y otros. Apelando a una autoridad indiscutible me atengo y me muestro conforme con la última, lapidaria, incontrvertible frase de Rafael Guerra Guerrita:

"Si los portugueses echaran fuera esos trajes funerarios y se pusieran de corto, se acabaría Cañero."

MANUEL ASINS.

In CORREO DE LA MAÑANA, Badajoz - 18 de Junho de 1925

30 DE JUNHO DE 1892 - PARIS: MAIS UMA TOURADA BRILHANTE... (na imprensa francesa)


Bibliothèque nationale de France

COURRIER DES THÉATRES

La deuxième course de taureaux qui a eu lieu, hier, aux arènes de la rue Pergolèse n'a pas été moins brillante que celle de dimanche dernier. Beaucoup de monde et du meilleur. Succès toujours grandissant pour Mlle Gentis, Angel Pastor, Le Pouly, les picadores et José Bento de Araujo, qui ont été très brillants.

Dimanche prochain, troisième course.


In LE FIGARO, Paris - 1 de Julho de 1892