TAUROMAQUIA
4.ª CORRIDA DE ABONO
— Pero, Trini, ¿te quedas ó te vienes?
— Ni me quedo ni vóy.
— ¡Que gracia tienes!
— Yo tengo lo que tengo... ¿Usté se entera¿
— Tu tienes muchas cosas, retrechera.
— ¿Qué es lo que tengo yo?...
— Mucho
salero.
— ¿De veras?.
— De
veritas.
—
Embustero.
.............
Despues graciosamente, dándome antojos, tomó varios claveles,
rojos, muy rojos ;
Y con postin flamenco de macarena, los en garzó en los rizos
de su melena.
Cogió el mantón bordado de sedas finas, y con sus manecitas
alabastrinas,
lo colocó en sus hombros esculturales,
para vivo tormento de los mortales.
Ya terminé — Me dijo. — ¿Nos vamos?
—
¡Vamos!
Y ambos á dos del
brazo nos enlazamos.
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Salimos á la calle ; ella hermosota,
con hechuras de chula, semi-mascota :
Y yo, como cristiano que á veces peca,
con ribetes de lila, semi-babieca.
y así, los dos juntitos, cual siempre estamos (Aquí, dirá la Trini, «Dios lo que semos!. — No
estuvimos ni estamos, más estaremos.) en la plaza de toros nos personamos.
Dieron las cuatro y media ; voceó la gente,
sonó el clarin taurino pausadamente,
y (José) Bento (de
Araújo) pensativo, pero sin pena,
con la troupe taurina pisó la arena.
Hechas
las ceremonias rituales, en las que José Bento (de Araújo) y Morgado de Covas,
demostraron ser dos jinetes de primera magnitud,
La María, la reina del toreo,
la que nunca en jamás tuvo cerote,
se llegó frente á mi, me llamó feo,
y me tiró el capote,
diciendome despues «Oiga usté, trucho, no me lo empeñe usté, que vale mucho.
Y salió al ruedo el primero de la tarde : negro como la tinta china, bien armado y de muchas libras. Morgado le paró los pies con un ferro bueno, aprovechando ; otro superior, otro inmejorable otro...
Al ver como
Morgado ferros metia,
Me dijo á mi
la Trini, con alegria :
«¿No
está usté viendo?.
¡Camará, que
certeza tiene metiendo.»
Y en efecto, Morgado continuó su faena,
dejando en su sitio otros dos ferros más, de los cortos, que le valieron palmas, enhorabuenas y flores.
El Malagueño, á imitación de Juan Molina, demostró ayudando al caballero, que sabe manejar el capote de brega.
.............
El segundo
que fué un semi-buey, estaba bien criado y vestia terno negro sin costuras, confeccionado
en la sastreria de Roberto da
Fonseca.
Puntaret,
logró ponerle (á fuerza de pies y pupilas,) un par aprovechando á la media
vuelta ; y Vieira otro regular, á toro parado.
El buró, tomó los medios negándose á entrar en suerte, y como los muchachos sudaban el kilo sin conseguir um gramo de toro,
Se
armó una grita fenomenal ;
y
el presidente
al
manso toro, por impotente,
mandó
al corral.
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Retinto en colorado, de pocas carnes y con muchos resabios, fué el tercero.
La Reverte, con todas las simpáticas circunstancias que se trae, se encaró com mi humilde persona y me brindó su primer par de banderillas diciéndome :
Aunque
no lo camelo,
vaya
por su mersé ;
en
gracia de que á uesté
le falta el pelo.
Y se fué... se fué al toro ; lo preparó magistralmente, y adornó su morillo con un par superior, saliendo perseguida.
Al tomar la barrera, pisó en falso, y cayó sobre el estribo lastimándose en la sien derecha.
Con mas coraje que nunca, tomó nuevamente los palos, y ovacioanda por el publico, puso tres pares más de eterna recordación.
La Trini, que se ha golvido (Volvido ?) poetisa, entusiasmada con la lucida faena de la matadora, se dirijó á la misma y la dijo :
Salomé, por lo que tu eres
en estas y otras faenas,
vales más que mil mujeres
de las guenas.
Negro y
abierto de cuerna fué el cuarto.
Antonio Herrera, Oliveira y Granito lo castigan con cuatro pares aceptables, destacándose por lo superior, el puesto por Antonio : palmas al muchacho.
Durante la brega, el chuveiro celeste abrió su válvula, y empezó á remojarnos de tál forma que tuvo que suspenderse la lidia.
El aguacero que soportamos
nos
puso el cuerpo de tál manera,
que
yo y la Trini, nos cobijamos
en un buraco de la escalera.
Y allí
estuvimos con mucho aquél,
solo un ratico...¡ que rato aquél!.
.............
A las seis menos vinte y cinco minutos, a um que seguía pingando, continuó la torada ; pisando el ruedo un toro intruso, que por equivocacion le dió plaza el encargado de los chiqueros.
Viera, con la garrocha en ristre, le sale al encuentro, dando el salto de cabeza á rabo, con lucimiento ; y por mandato presidencial es retirado el toro.
El quinto, retinto en colorado lo saluda Viera, dándole la bien venida con otro saltiro ; y María con su guapeza torera, le clava un par bueno aprovechando.
El Malagueño, tras una salida en falso, deja otro al cambio, superior ; y termina María con un par excelente.
Por
la cruz de San Andres
que
estos dos,
como
hay Dios
que valen, lo menos tres.
.............
Arrecia la lluvia, y José Bento (de Araújo) sin temor á mojarse, se presente en el anillo. El público lo saluda con palmas al por mayor, y por orden incognita, pisa la arena un toro boyante y bravucon.
(José) Bento (de Araújo), solo como un hongo le colóca tres ferros largos y dos cortos, superiores ; y el respectable público, lo aplaude freneticamente.
De
imparcial haciendo alarde
Diré sin gloria ni pena,
que
estuvo mala la tarde,
pero la corrida, buena.
Justo Verdades.
In REVISTA DA SEMANA - Edição Semanal do JORNAL DO BRASIL, Rio de Janeiro - 11 de Fevereiro de 1906