INTERNATIONAL CRIMINAL COURT

TRIBUNAL PENAL INTERNACIONAL


ORDEN DE ARRESTO

POR 

CRÍMENES DE GUERRA, CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD Y GENOCIDIO EN UCRANIA

Vladimir Putin, dictador ruso


INTERNATIONAL CRIMINAL COURT

WANTED FOR WAR CRIMES 

Vladimir Putin, russian dictator

«Today, 17 March 2023, Pre-Trial Chamber II of the International Criminal Court (“ICC” or “the Court”) issued warrants of arrest for two individuals in the context of the situation in Ukraine: Mr Vladimir Vladimirovich Putin and Ms Maria Alekseyevna Lvova-Belova.»

«Mr Vladimir Vladimirovich Putin, born on 7 October 1952, President of the Russian Federation, is allegedly responsible for the war crime of unlawful deportation of population (children) and that of unlawful transfer of population (children) from occupied areas of Ukraine to the Russian Federation (under articles 8(2)(a)(vii) and 8(2)(b)(viii) of the Rome Statute). The crimes were allegedly committed in Ukrainian occupied territory at least from 24 February 2022. There are reasonable grounds to believe that Mr Putin bears individual criminal responsibility for the aforementioned crimes, (i) for having committed the acts directly, jointly with others and/or through others (article 25(3)(a) of the Rome Statute), and (ii) for his failure to exercise control properly over civilian and military subordinates who committed the acts, or allowed for their commission, and who were under his effective authority and control, pursuant to superior responsibility (article 28(b) of the Rome Statute).»

- Link SOURCE 
- Enlace FUENTE : 
https://www.icc-cpi.int/news/situation-ukraine-icc-judges-issue-arrest-warrants-against-vladimir-vladimirovich-putin-and

MEDIA :

6 DE ABRIL DE 1903 - LISBOA : A CORRIDA NA PRAÇA DO CAMPO PEQUENO DURANTE A VISITA DO REI EDUARDO VII DE INGLATERRA A PORTUGAL


 


Biblioteca Digital de Castilla y León

Viaje del Rey Eduardo VII de Inglaterra á Lisboa.

            Conocido ya de nuestros lectores, en casi todos sus detalles, el grandioso recibimiento que la Corte portuguesa ha dispensado al Rey Eduardo VII de Inglaterra, no hemos de entrar en minuciosidades, ajenas á la índole de SOL Y SOMBRA, y sólo á título de curiosidad histórica, digna de registrarse como acontecimiento, poco frecuente en la vida de los pueblos, daremos algunos datos — los más interesantes  — que con el regio viaje se relacionen.

Biblioteca Digital de Castilla y León

            El día 2 de Abril, á las tres de la tarde pr´ximamente, entró en el puerto de Lisboa S. M. el Rey Eduardo, á bordo del yacht real Victoria and Albert, escoltado por los cruceros D. Carlos, D.ª Amelia y Adamastor, al mando del Contraalmirante Moraes é Sousa.

            Gentío inmenso presenció el desembarco y todos los buques surtos en bahía hicieron las salvas de ordenanza á vista de la escuadrilla inglesa, que correspondió con los disparos y saludos de rúbrica.

            El cortejo presentaba aspecto imponente y lucido.

            A la indicada hora salió S. M. el Rey D. Carlos del Palacio de las Necesidades, en un landeau tirado por seis hermosas parejas de caballos.

            Dicho Palacio es la residencia actual de los Reyes de Portugal, y en él se hospedó el egregio visitante.

            Formaron las tropas en las calles principales que había de cruzar la comitiva, en una extensión de cuatro kilómetros, con un efectivo de 7.000 hombres, 900 caballos y 40 piezas de artillería.

            Cuando el Victoria and Albert fondeó frente de los Caes das Columnas, saludaron todos nuestros navíos de guerra surtos en el Tajo, y al mismo tiempo se dirigía hacia el yacht inglés, á bordo del bergantín real, S. M. el Rey don Carlos.

            Las bordas y costados del bergantín, hasta la línea de flotación, están guarnecidas de obra de talla doradas, formando guirnaldas de flores, hojas, frutos y otros dibujos caprichosos.

            A las cinco regresaron los Reyes al Ferreiro de Paço (NOTA : Terreiro do Paço), en donde habían instalado un pabellón, en el cual Eduardo VII recibió los primeros cumplimientos, haciendo guardia de honor el regimiento de caballería núm. 3, del que es Coronel honorario Su Majestad Británica.

            En la tribuna de dicho pabellón presentó el Rey D. Carlos á su regio huésped, sus Ministros, los Presidentes del Parlamento, el personal de los Tribunales Civil y Militar y el Gobernador de Lisboa.

            Formaban el cortejo, que se puso luego en marcha, los coches reservados para las grandes solemnidades, en número de seis, y el conjunto de la comitiva resultaba deslumbrador.

            A la cabeza iban seis palafreneros á caballo.

            Entre las carrozas, de gran valor y belleza artística, descollaba, por su opulenta elegancia, la llamada de D. Juan V, que condujo á los Reyes Eduardo VII de Inglaterra y Carlos I de portugal.

            Al ponerse en movimiento la comitiva el pueblo aclamó con delirante entusiasmo á Eduardo VII, que agradecía conmovido, lo mismo que D. Carlos, tales demostraciones.

            Las bandas militares ejecutaron el himno inglés al paso del Monarca y se dispararon algunos centenares de cohetes.

            De los balcones pendían ricas colgaduras de variados matices, y  las señoras arrojaban flores sobre el carruaje ocupado por el Rey Eduardo.

            En suma : la comitiva fué una verdadera marcha triunfal hasta el Palacio de las Necesidades.

            El día 3 realizóse la excursión á la pitoresca Cintra.

            A las once y media entró el tren en la estación de la villa, donde esperaban á los Reyes muchos personajes del mundo oficial y multitud de gente del pueblo, lanzando cohetes y vivas entusiastas.

            La recepción que obtuvo Eduardo VII en Cintra resultó solemne y afectuosísima.

            Desde la estación pasó la comitiva, en carruajes preparados al efecto, al Castillo de la Pena, siendo el Rey Eduardo muy vitoreado en todo el trayecto.

            Después del almuerzo pasearon á pie los regios viajeros, y á las dos de la tarde se dirigieron en automóvil á la quinta de Monserrate.

            A las cuatro regressó el tren real á Lisboa, llegando una hora más tarde á la estación del Rocío.

            Por la noche se quemaron fuegos artificiales en el Tajo, y los Reyes presenciaron el espectáculo desde el Museo das Fanellas verdes (NOTA : Janelas Verdes).

            Las iluminaciones produjeron un efecto deslumbrante : desde Cacilhas hasta el Lazareto, en una extensión de seis kilómetros, todas las costas estaban cubiertas de farolillos que, encendidos, dibujaban las sinuosidades y contornos.

            Abajo, en nuestro hermoso río, millares de globos, parecían, vistos á distancia, surgir de las aguas, produciento la variedad de sus colores un conjunto fantástico imposible de describir.

            Además, para aumentar el esplendor de cuadro tan magnífico y extraordinario, nuestros buques de guerra, los cruceros ingleses y el Pelayo, que envió España á Lisboa para recibir á Eduardo VII, se iluminaron, dibujando con luces sus contornos desde la línea de agua hasta los topes.

            Por el Tajo navegaban multitud de barcos, también iluminados, semejando regueros de luz brotando de las aguas serenas y tranquilas.

            Se quemaron varias piezas muy vistosas, y á media noche, próximamente, dióse por terminado el festejo, retirándose entonces SS. MM.

            En la población todos los edificios públicos, y buen número de particulares, iluminaron sus fachadas durante la estancia de Eduardo VII en Lisboa.

            El día 4 por la mañana visitó el Rey de Inglaterra, en carruaje, acompañado por el de Portugal y Marqués de Loveral (NOTA : Luis Pinto de Soveral -ver https://www.sjpesqueira.pt/pages/1385 ), nuestro Ministro en Londres, la Sociedad geográfica, donde fueron recibidos por la Corporación en pleno y saludados, en nombre de la misma, por su ilustre Presidente y Consejero Ferreira do Amaral.

            Después de almorzar asistieron al tiro de pichón en la Tapada da Ajuda, á donde concurrieron también S. M. D.ª María Pía y el Infante D. Alfonso.

            Por la noche efectuóse la función regia en el teatro de la Ópera, que resultó brillantísima ; las localidades se cotizaron á precios fabulosos, ocupándose todas.

            El día 5 por la mañana, después de practicar los oficios divinos en la iglesia protestante, Eduardo VII visitó el Club Inglés, donde permaneció hasta cerca de las tres y media, hora en que ambos Monarcas partieron para Cascaes, recorriendo en automóvil las calles de la población, vistosamente engalanadas, acercándose después á la Boca del infierno y la playa del Guincho.

            A las ocho y media de la noche regresaron al Palacio da Ajuda, en donde se celebró el banquete de gala á Su Majestad Británica por la Reina viuda doña María.

            El día 6, á las doce y media, presenciaron SS. MM., desde los balcones de Palacio, el desfile del Regimiento de caballería número 3.

            Después, el Rey Eduardo se dirigió al Asilo inglés del Buen Suceso, que visitó hace veinte años, cuando aún era Príncipe de Gales.


            Por la tarde verificóse la corrida de gala en la plaza de Campo Pequeño, dedicada por la empresa al Monarca inglés.

            Muchos días antes del espectáculo, ya las diversas localidades estaban acotadas á precios fabulosos, casi inadmisibles, de modo que la concurrencia fué extraordinaria y escogidísima.

            Ese interés se justificaba, toda vez que la empresa organizó una corrida verdaderamente suntuosa, logrando el resultado que podía esperarse.

            El aspecto de la plaza era lindísimo, espléndido, deslumbrador, contribuyendo á él poderosamente un día de sol propio para la diversión.

            El palco real estaba adornado con exquisito gusto, viéndose la barandilla cubierta con una colgadura de terciopelo rojo adamascado, con franja del mismo color que desdoblaba sobre ella una guirnalda de rosas blancas que remataba en las basas de las columnas, en ramilletes de rosas amarillas y otras flores.

            Todo el frente del palco estaba revestido de plantas y arbustos, destacándose á la izquierda una hermosa palmera que se erguía casi hasta el mástil de la bandera, en artística disposición.

            Interiormente, el palco hallábase cubierto por cortinajes de terciopelo rojo con orla dorada en la parte superior, decorado el testero con fajas azules y blancas y, por fuera, en la parte superior del palco, una guirnalda de boj.

            Todas las barandillas de los palcos, en los dos cuerpos, alrededor, estaban cubiertas con tapices y colgaduras y las columnas intermedias con listas azules y blancas en la parte superior y blancas y rojas abajo. También las galerías estaban adornadas en igual forma, flotando sobre las cornisas de la plaza banderolas y gallardetes.

            Las demás localidades ostentaban decorado semejante y el conjunto presentaba un cuadro lleno de alegría, luz y color.

            En el redondel aparecían artísticos y caprichosos dibujos trazados con serrín amarillo, verde y rojo.

            A la hora señalada — tres y media — presentáronse SS. MM. en el palco, á los acordes del himno God Save the king y vivas al Rey Eduardo, que duraron algún tiempo, durante el cual los espectadores permanecieron en pie y descubiertos.

            Luego la banda ejecutó el himno portugués y resonaron entusiastas aclamaciones á Carlos I.

            Ambos Monarcas recibieron en pie muy conmovidos tales manifestaciones. Enseguida dióse principio al espectáculo, con la entrada en el redondel de siete charamelleiros, jinetes en hermosos caballos, y vestidos con calzón corto y media, casacas rojas galoneadas de amarillo, sombreros negros con galones de plata ; seis de ellos con clarines y el otro con timbales, adornados los instrumentos con grandes paños de seda verde, bordados de plata, con franja del mismo metal y en el centro las armas reales de Portugal.

            Los caballos lucían ricos arreos y finos caireles rojos, á la antigua usanza, bordados también de plata.

            Los charamelleiros dieron vuelta al redondel, emplazándose después en el centro.

            Dada la señal para las cortesías, entraron en el redondel cuatro pajecillos con sus pastones, vistiendo dos de verde y blanco y otros de rojo y blanco ; seguía el neto, con traje de seda negra, bota larga, peluca y gran sombrero de plumas ; llegó con el rostro cubierto frente al palco regio y después dió vuelta á la plaza saludando á los espectadores.

            Inmediatamente se presentaron dos lujosos carruajes de la Casa Real, conduciendo los caballeros en plaza ; en el primero iban Joaquín Alves, con casaca de terciopelo rojo y guarniciones de plata y tricornio con plumas blancas y encarnadas ; Simoes Serra, con casaca de seda verde, bordada en negro y tricornio con plumas encarnadas y plata, y Eduardo Macedo, con casaca de terciopelo negro, guarnecida de oro y tricornio de plumas encarnadas y blancas.


            Ocupaban el segundo : José Bento de Araujo, con casaca de seda azul y adornos de plata y tricornio con plumas encarnadas, blancas y azules ; Fernando de Oliveira, con casaca de terciopelo azul, bordada en plata y tricornio con plumas blancas y azul celeste, y Manuel Casimiro, con casaca de seda encarnada, guarniciones en blanco ytricornio con plumas amarillas y rojas.

            Llegaron los coches al centro del ruedo, y los caballeros descendieron para saludar á los Reyes, regresando enseguida al interior por el callejón. Detrás de los coches iban los caballos de brega de los rejoneadores, ricamente enjaezados ; luego la acémila conduciendo las cajas de rejones, rodeada por ocho mozos de forcado, y seguida de otros tantos ; hiciéronse las cortesías acostumbradas, entrando primero los banderilleros y después los mozos de plaza, los andarilhos, doce campesinos provistos de pampilhos y con sus trajes característicos y, por último, los caballeros montando hermosos corceles de paseo.

NOTA : O cavaleiro José Bento de Araújo é o terceiro a partir da esquerda na foto.

            Terminadas las cortesías, empezó la lidia.

            Los toros del Sr. Correia Branco, resultaron bien criados, pero bastos, á excepción del sexto. Corridos esta tarde, en una fiesta de tan gran aparato y con los precios tan elevados, para quedar airoso el ganadero debería ofrecer, por lo menos, á los pobres el dinero que recibió de la empresa.


NOTA : O cavaleiro José Bento de Araújo é o segundo a partir da esquerda na foto.

            De los caballeros, se distinguió en primer término, Macedo.

            Pusieron algunos pares buenos Theodoro, Cadete, Torres Branco y Manuel de los Santos, siendo el mejor uno de Torres Branco á la salida del cuarto toro.

            En la brega, Theodoro y Manuel de los Santos.

            Los forcados que hicieron la guardia, mal en el primero y sólo regulares en los restantes.

            SS. MM. los Reyes de Inglaterra y Portugal, la Reina D. María Pía, el Infante D. Alfonso y la comitiva se retiraron al cabar la lidia del octavo toro.

            Por la noche verificóse en el Palacio de Ajuda el concierto ofrecido por la Reina madre, con asistencia de las oficialidades de los buques de guerra ingleses y del Pelayo.

            El día 7, á las once de la mañana, asistió Eduardo VII á la fiesta organizada en su obsequio por la Asociación comercial en el Tribunal de Comercio.

            La multitud que se apiñaba en el tránsito saludó al regio huésped con el mismo entusiasmo que el día de su llegada á Lisboa ; el aspecto que ofrecía la Plaza del Comercio, donde está situado el Tribunal, era imponente : las señoras saludaban con sus pañuelos y batían palmas, y los hombres prorrumpían en aclamaciones delirantes, saludando al Rey Eduardo en el momento de abandonar el carruaje para penetrar en el Palacio de la Asociación.

            Terminada la sesión, el Rey conversó con el Presidente, señor Simoes de Almeida, contempló breves momentos, desde uno de los balcones del edificio, el aspecto que presentaba la Plaza, henchida de muchedumbre que le vitoreaba incesantemente, y enseguida se dirigió, acompañado por S. M. D. Carlos y el Infante D. Alfonso, al muelle de embarque.

            A bordo del yacht real Victoria and Albert se sirvió un almuerzo de despedida ofrecido por Eduardo VII, al que asistió corto número de invitados.

            Se cruzaron entusiastas y cariñosos brindis entre ambos soberanos, y á las cinco de la tarde el convoy real llevó anclas, yendo el Rey Eduardo á bordo del yacht, que iba escoltado por los acorazados Minerva y Venus y acompañado hasta la barra por la división naval portuguesa, compuesta por el acorazado D. Carlos y el crucero D.ª Amelia.

            Tal fué la forma solemne y entusiasta con que Portugal recibió al primer ciudadano de la Gran Bretaña.

CARLOS ABREU.

In SOL Y SOMBRA, Madrid - 23 de Abril de 1903

9 DE JUNHO DE 1918 – ALGÉS : FRANCISCO BENTO DE ARAÚJO (FILHO DO CAVALEIRO JOSÉ BENTO DE ARAÚJO) JUNTA-SE («OBSEQUIOSAMENTE») À FESTA…

 


Biblioteca nacional de Portugal

Á los toros !

Praça d’Algés

            Começa ás 4h e ¾ a variada e convidativa festa tauromaquica que hoje se realisa na Praça d’Algés.

            Consta de ferra de novilhos, tenta de vacas, á hespanhola, e corrida de novilhas, na qual tomam parte amadores e obsequiosamente o cavaleiro Francisco Bento de Araujo. É espectaculo que agradará a todos, pois a ferra será executada a rigor, sendo, porém a ferra para rir.

In A SITUAÇÃO, Lisboa – 9 de Junho de 1918

15 DE MARÇO DE 1903 - LISBOA : TOUREIROS ACEITÁVEIS, TOUROS MAUS E TEMPO INFERNAL...

 


Biblioteca Digital de Castilla y León

TOROS EN LISBOA

CORRIDA EXTRAORDINARIA VERIFICADA EN LA PLAZA DE CAMPO PEQUEÑO EL DOMINGO 

15 DE MARZO DE 1903

Espada, Ricardo Torres (Bombita chico). — Toros del Excmo. Sr. Marqués de Caste'lo Melchor (NOTA : Castello Melhor).

Se lidiaron 10 toros, que estuvieron bien presentados, finos y de bonita lámina.

Los mejores fueron los lidiados en 1.º, 2.º y 6.º lugar.

El caballero José Bento (de Araújo), á quien le tocaron los dos toros mejores, aprovechó y estuvo valiente y voluntarioso.

Su compañero Fernando de Oliveira, tuvo peor suerte, y su trabajo no pudo ser lucido. Sin embargo, tanto éste como su compañero (José) Bento (de Araújo) fueron aplaudidos.

Bombita chico fué el torero de siempre, alegre y queriéndolo hacer todo.

En banderillas dió un buen cambio al último.

Con la muleta estuvo adornado y valiente, como igualmente al simular la muerte.

Con el capote no pudo hacer nada saliente por el fuerte viento que reinó toda la tarde.

En la brega se distinguieron Theodoro y Manuel dos Santos.

En banderillas el mejor par fué á puerta de gayola por Torres Branco.

En conjunto la corrida fué aceptable por los toreros, mala por los toros é infernal por el tiempo.

R.

In DON JACINTO, Madrid - 23 de Março de 1903

9 DE JULHO DE 1893 - NIMES : UMA CORRIDA COM TOUREIROS ESPANHÓIS E PORTUGUESES DE PRIMEIRA...

 


Bibliothèque nationale de France

ECHOS DE LA RÉGION


ARÈNES DE NIMES

Toros de Muerte

            C'est aujourd'hui que le vieil amphithéatre romain, qui a eu déjà l'honneur de posséder El Tato, Cucheres, Frascuelo, Mazzantini, Carrito, Angel Pastor, Mandivil, Cara-Ancha, Pepe-Hillo, Ecijano, Centeno et Quinito, verra paraître deux maîtres dans l'art tauromachique, El Gallo et Bonarillo. La foule sera immense. Nous engageons les afficionados à arriver de bonne heure à Nimes, s'ils veulent trouver aux Arènes une bonne place, quoiqu'elles soient toutes à peu près bonnes.

            Un des clous de la course du 9 juillet sera une pose de banderilles par le célèbre picador de cartel Badila (NOTA : José Bayard Cortés, Badila - 1858 - 1906) sur le compte duquel nous croyons devoir donner quelques renseignements.

José Bayard Cortés, Badila
FOTO : Biblioteca nacional de España

            José Bayard (Badila) avait embrassé dans sa jeunesse la carrière artistique, mais ayant aussi un goût marqué pour l'art tauromachique, il n'hésita pas à quitter la scène pour prendre la carrière de picador.

            José Bayard ne tarda pas à faire apprécier ses grandes qualités comme piqueur de toros.

            Son grand désir a toujours été de faire quelques innovations. C'est pourquoi il réforma la mona par une pièce d'armure du XVe siècle et a fait de grandes modifications dans la tenue du picador.

            José Bayard qui possède un courage et un sang-froid extraordinaires jouit d'une grande réputation en Espagne.

            Une chose qui lui est particulière est celle de descendre de sa monture après avoir fait son travail de picador et poser plusieurs paires de banderilles à la façon des grands maîtres. Cet exercice lui a valu dans les grandes plazas d'Espagne un immense succès.

            Le beau temps se mettant de la partie, la corrida de gala dans les Arènes de Nimes, s'annonce comme devant être un grand succès.

            Voici la composition des quadrilles, le programme et l'ordre du jour de la course :

            Six toros de cartel de la Ganadería de Exmo Señor don Henrique de Salamanca, marque S-5 devise blanche, combattus par les matadores de cartel.

            Fernando Gomez (a) El Gallo.

            Picadores : José Bayard (a) Badila — Nicasio Soria.

            Banderilleros : Santos Lopez (a) Pulguita — Cayetano Fernandez — Miguel Bourguet.

            Francisco Bonal (a) Bonarillo.

            Picadores : Miguel Salquera — Josep Lopez (a) Melilla.

            Banderilleros : Manuel Ruiz (a) El Nene — Antonio Lobo (a) Lobito Chico — M. Morales (a) Mazzantini.

            Par le caballero en plaza José Bento de Araujo et la caballera en plaza Mlle Maria Gentis (NOTA : ou Maria Genty).

            Ordre de la course. — A 3 heures, présentation des Cuadrillas, cortège ; 4 alguazils à cheval, 6 alguazils à pied, 1 timbalier, 2 vaelts à pied, 2 clairons, carrosse de gala ; 1 cocher, 2 laquais, cuadrillas, quatre carpinteros, deux vaqueros à cheval, monos sabios, gens de service. Les deux premiers toros seront emboulés pour le travail des chevaux et désemboulés pour le travail des banderilleros et des matadores.

            Après le 3e toro, 20 minutes d'entr'acte.

            Les quatre derniers toros seront combattus cornes nues et à l'espagnole : 2 par El Gallo et 2 par Bonarillo.

            Noms et couleurs des toros. — Nº 29 Fidelo, colorao, oji negros castana por el cuello. — Nº 48 Payaso, castano albardado, poco bragado. — Nº 38 Moralo, castano retinto, liston. — Nº 39 Pandito, retinto oscuro, bragado. — Nº 27 Vencejo, castano retinto, bragado. — Nº 4 Tostado, berrendo en negro, liston, calzado, lucero coliblanco.

            Orchestre des Touristes du Gard et des Enfants de Nimes.

            Prix des places : Premières, 20 fr. ; secondes, 10 fr. ; toril, 5 fr. ; amphithéatre, 3 fr.

In LA RÉPUBLIQUE DU MIDI, Montpellier - 9 de Julho de 1893

13 DE JUNHO DE 1897 - RIO DE JANEIRO : SEXTA CORRIDA DA TEMPORADA COM AFAMADOS TOUREIROS ESPANHÓIS E O CAVALEIRO JOSÉ BENTO DE ARAÚJO

 


Biblioteca nacional do Brasil

In A NOTICIA, Rio de Janeiro - 12 - 13 de Junho de 1897

1898 – AS TOURADAS EM PORTUGAL NO LIVRO «LISBOA D’OUTROS TEMPOS – FIGURAS E SCENAS ANTIGAS» DE PINTO DE CARVALHO (TINOP), LIVRARIA DE ANTONIO MARIA PEREIRA, LISBOA (BNP)

 


Biblioteca nacional de Portugal

GARRACHÕES E BANDARILHAS

Muito haveria que dizer ácerca das touradas em Portugal, que teem tido como amadores enragés alguns dos nossos reis e dos nossos principes. Assim, D. Sancho II era toureiro, e D. Duarte corria touros a cavallo em pello e sem arreios, e até ensinava, na sua obra, um golpe para alancear os touros. D. Affonso V apreciava immenso os combates taurinos, e os que, no seu reinado, se realisaram em S. Christovão e na Rua Nova deixaram fama. D. João II tinha-os egualmente em grande predilecção. D. Sebastião era um insigne toureador, tanto que, n’uma corrida em Almada, fez melhores sortes que o marquez de Torres Novas, o que deu grande contentamente á rainha. No seu tempo correram-se touros no Terreiro do Paço.

            Há mais referencias a corridas durante este reinado nas Memorias para a Historia del Rei D. Sebastião, de Diogo Barbosa Machado, e na Historia Sebastica de Fr. Manoel dos Santos.

            Quando o rei Felippe II de Hespanha veiu a Portugal, houve festas e touradas em Lisboa, picando o alguazil da Côrte, Pedro Vergel, a quem Lope de Veja chamava el mejor mozo de España. Superfluo seria dizer que os divertimentos taurinos constituiam e constituem o supremo divertimento castelhano. Pan y toros ! Eis o grito que ainda se ouve dos Pyreneos aos Cantabricos e á Sierra Nevada. Por isso foi em vão que a bulla de Pio V fulminou com a pena d’excommunhão a todos os que assistissem a esse espectaculo sangrento.

            O principe D. Pedro, filho de D. João IV, foi notavel amador tauromachico, D. Affonso VI toureou no pateo d’Odivellas, e D. Pedro II pegava bois á unha, batia o pé aos cornupetos com a insolencia d’um desafio.

            D. Miguel era o typo perfeito do aficionado. Como o rei de Hespanha seu contemporaneo, Fernando VII, dispensou grande protecção a este genero de divertimentos e aos seus cultores. A praça que fez levantar na Quinta Velha, ou da Bemposta (junto á Tapada e confrontando com a antiga travessa do Pintor), era toda de cantaria grosseira, tendo pouco mais do que a altura d’um homem, com uns esconderijos para refugio dos lidadores, e uma grande janella de sacada oara a Familia real assistir á lucta.

            As tardes de touros no tempo de D. João V eram cheias de bulicio e de ruidos, como se conclue da simples leitira do Pinto Renascido, que descreve as touradas em que vinham touros de fogo, sahiam os gigantes, as dansas, as deusas eem carros puchados por mulas, em que os baetas apanhavam boléo bravio e em que até appareciam panellas com pombos para se atirarem, levando cada um deu mote debaixo da aza :

Fugindo venho a meu mal,

Esconda-me, por quem é,

Debaixo do guarda-pé,

Que o donaire é um pombal.

 

Eu escapei d’escopeta,

Livrei de quem mais me enlaça ;

Sentirei fugir da caça,

E vir a dar em baeta.

            Temos ainda outro importante testemunho contemporaneo. É a Arte de Tourear dedicada ao Apólo do Terreiro do Paço, em que o auctor, depois de dar varias indicações para o toureio a rojão e á espada, acaba por pedir uma nova Postura ao Senado, pela qual fossem punidos os bulhentos e os outros. Assim devia soffrer castigo todo o que fizesse algazarra e atirasse com cascas de melancia aos baetas ; todo o que ourinasse (!) em camarote por baixo do qual estivessem homens de cabelleira : toda a que visse a festa de camarote por secia e fosse para casa, ficando sem ceia ; todo o que alugasse sege a mulher-dama para ir aos touros, e ella fosse á pata : toda a regateira que rogasse pragas ao netto : etc.

            Parece que as regateiras e outras pessoas costumavam soltar muito a lingua n’estas funçanatas.

            N’este mesmo reinado deram-se corridas de touros em diversos sitios nas proximidades de Lisboa.

            Nas de Pedrouços tomaram parte o marquez de Tavora, o duque de Cadaval, seu sobrinho o marquez de Tavora, o duque de Cadaval, o seu sobrinho o marquez d’Alegrete, Manoel de Mattos, monteiro mór de Coruche, D. Antonio d’Almeida e Fernando José da Gama Lobo. As de Belem, em que entravam cães de fila, eram concorridas das senhoras da côrte. As da Junqueira (1738 1741) foram dadas pelo duque de Cadaval.

            No reinado de D. José tambem as corridas taurinas estiveram em muito apreço.

            Em Queluz realisaram-se algumas sob a direcção do marquez de Marialva, tomando parte n’ellas o Antonico e outros picadores da Casa Real, segundo refere o marquez de Rezende no Panorama. Nas corridas de Santarem picou o famoso cavalleiro José Roquette, que tambem toureou no Terreiro do Paço.

            Em Salvaterra davam-se touradas reaes (em que chegaram a haver combates de touros com javalis), caçadas aos javardos, que iam de Pancas em gaiolas, tiro aos pombos, e caça aos falcões e gerifaltes. A Familia Real era conduzida para alli em bergantins.

            Em 1754 deram-se combates de touros no Rio de Janeiro, e em 1761 na Real Praça de Belem, picando Carlos Antonio Ferreira, alferes de cavallos, Miguel Moreira, capitão da Ordenança da Côrte, Carlos Antonio Xavier e Antonio José Xavier.

            No reinado de D. Maria I as touradas não tiveram grande importancia. Verdade é que se realisaram algumas no Terreiro do Paço, em 1777, festejando a sua acclamação, e em 1795 celebrando o nascimento da priceza da Beira.

            A esta ultima vieram picar os hespanhoes Bertholdo Ximenes e o celebre Pedro Romero, o competidor de Pepe Hillo, que veio ganhar dois contos de réis. Foram o marquez de Marialva, D. Diogo, e o conde d’Obidos, que fizeram a medição das bancadas nos palanques para as fidalgas.

            Por occasião de casamento ou baptisado de pessoa real havia sempre combates de touros, que, no dizer de Latino Ceolho, eram n’aquelles tempos a expressão mais grata e popular do regosijo nacional.

            Como já dissemos, bastantes corridas de touros se realisaram no Terreiro do Paço, onde eram previamente annunciadas por meio d’um mastro que ahi se erguia, muitos dias antes das funcções, e onde depois se afixava o edital com os detalhes da festa.

            No Rocio fizeram-se touradas até 1755. N’uma relação existente nos Manuscriptos da Secção Pombalina da Bibliotheca Nacional conta-se d’uma tarde de touros, e, referindo-se aos dois ultimos, diz-se :

Um e outro era manso e era caseiro,

Podiam ser amantes d’um mosteiro ;

Não vi touros jámais tão bem soffridos,

Bofé que os desejei para maridos.

            A corrida repetiu-se n’uma sexta feira, e n’ella morreu um forcado chamado o Caróla, que a todos deixara assombrados nas festas de Madrid.

            Nos antigos combates de touros empregou-se primeiro o venabulo de caça ou a lança, e, depois, o rojão e a espada. A lança transformou-se no garrochão e na garrocha, e esta na farpa do cavalleiro e na bandarilha do capinha. O garrochão servia para matar o touro, a garrocha para farpeal-o.

            O toureio a pé era considerado deshonroso, era o castigo infligido ao cavalleiro ou rojoneador que se deixava desfeitar pelo touro. Por isso este lidador não devia desconhecer aquella sorte de lide, visto que se lhe tornava necessaria para se desaffrontar do enxovalho recebido.

            O poema Os Toiros, apresentando as regras da arte, diz :

Outro preceito impõem. Se o Combatente

Perder cilha, chapéo, perder cavallo,

Posto a pé, dispa a espada ; então valente

Chame o Toiro incivil, vá castigallo.

Encontra-se noticia da existencia d’algumas praças de touros no seculo passado a principios do actual : a de Valverde (antigo Passeio Publico), a do Campo Pequeno, a de Belem, a da Estrella, a do Campo de Sant’Anna, além da do Salitre.

            José Baretti, italiano de Turim, que visitou Portugal em 1760, publicou umas cartas curiosissimas, em que fala da praça do Campo Peuqneo. Descreve uma tourada a que alli assistiu, e conta que, depois da morte do oitavo ou nono touro, houvera uma algazarra atroadora, uma balburdia medonha, em que os espectadores se lançavam na arena, e que, infallivelmente, haveria enormes desgraças a lamentar, se o rei não tivesse acenado com o leque para aquietar os animos, e a rainha e as princezas se não tivessem debruçado do camarote, fazendo signaes para que o publico se acalmasse.

            Soube-se depois que o tumulto fôra provocado por uns gatunos que gritaram : Terramoto ! Terramoto ! a fim de se aproveitarem do teror e da confusão consequente que tal grito produzia n’aquelle tempo.

Achámos um documento relativo a este motim. É a portaria de 6 d’Agosto de 1760, assignada por Francisco Xavier de Mendonça Furtado e dirigida a Gaspar Ferreira Aranha. Diz que a Sua Magestade se fizera muito estranha a desordem que no domingo proximo passado houvera na Praça do Campo Pequeno, causada pelo pouco cuidado na construção dos palanques, razão por que estiveram em perigo muitos dos seus vassallos. Mandava que o tenente-coronel Carlos Mardel e o capitão Caetano Jeronymo examinassem, na presença de todo o Senado da Camara, os palanques e camarotes da referida Praça, fazendo demolir os que não estivessem seguros, e que os empreiteiros que os haviam fabricado e os mestres que os deram por bons fôssem todos presos debaixo de chave no Limoeiro, onde se lhes abriria assento á ordem de S. M.

Temos ainda dois folhetos que se referem a esta praça. Um intitula-se Primeira Assembléa que fizeram os interessados em o festivo combate de touros que se há-de fazer na Praça do Campo Pequeno, Domingo 13 do corrente mez de Julho de 1760. Dada á luz por J. J. de J. R. e S. in-34.º de 8 pag. O outro é o Romance joco-serio. A Antonio Valente que nas duas tardes em que toureou no Campo Pequeno fez maravilhas (Setembro 1741) in-fol 1 pag.

            Como prova da existencia da Praça de Belem temos este documento :

«Para o conde Almirante.»

            «S. M. é servido que V. Ex.ª na primeira e terceira tarde de touros que se hão de fazer na praça de Belem, a vá alimpar com os soldados da Guarda na forma praticada em semelhantes occasiões. Deus guarde a V. Ex.ª Paço em 23 de Setembro de 1761.

Francisco Xavier de Mendonça Furtado.»

A portaria de 18 de Maio de 1763 refere se á Praça da Estrella, quando diz que as religiosas do mosteiro de Sacavem, precisando de dinheiro para acabar a capella do convento, pediam que lhes fôsse concedido dar seis festividades de touros em qualquer dos sitios da Estrella ou de Campo d’Ourique. Receberam auctorisação, ficando o Senado obrigado a superintender na construcção dos palanques.

Podemos citar mais o folheto que se occupa d’esta praça de touros e que se intitula : Nova Relação e verdadeira noticia exposta ao publico, das magnificas e vistosas festas de touros, que se hão de celebrar no sitio do Casal da Estrella com a mais luzida, e grandiosa pompa este presente anno de 1763… em obsequio do senhor D. José Principe da Beira… sendo author d’estas festividades Francisco de Mattos Ferreira Souto. Lisboa, Offic. De Ignacio Nogueira Xisto, 1763, in-4.º

No seculo XVIII existiu praça de touros no Campo de Sant’Anna. Já vimos uma noticia descrevendo uma tourada que ahi se realisaria, a ultima das seis que o Senado concedera n’aquelle anno. Entravam como contendores Angelo Borges de Carvalho Castello Branco, couteiro Regio das coutadas extra-muros, Antonio José d’Araujo Garamato e José Soares Maduro. Fazia um intervallo o Côxo de Benavente. N’essa tarde deviam morrer vinte touros, haveria dansas de mascaras hollandezas, um gigante e dois macacos.

            Na Bibliotheca Nacional de Lisboa há um folheto que trata d’esta praça. É a Relaçam preta d’uma festividade branca ou (mais claro) retracto em papel branco por um pincel de azeviche e delineação do applauso dos seis dias de touros, que estão proximos a cair, ou propincos a executarem-se na Praça de S. Anna d’esta Corte de Lisboa. Lisboa. Offic. De Caetano Ferreira da Costa. 1767. In-4.º de 8 pag. em verso.

Depois d’esta existiu outra no Campo de Sant’Anna, e no mesmo local onde esteve a que ultimamente demoliram. Em Março de 1808, Caetano Benci, director d’uma companhia de bailarinos de corda, requereu a Mr. Hermann, queixando-se do procedimento de Francisco José de Carvalho, a quel sublocara a praça do Campo de San’Anna, e pedindo que o sublocante o indemnisasse dos prejuizos e lhe restituisse a chave. Já depois d’expulsos os francezes, o mesmo Benci pediu á Intendencia para trabalhar com a sua companhia na citada praça. Mas o aviso de 6 de Outubro de 1808 negou lhe a licença.

A moderna praça do Campo de Sant’Anna tem a seguinte historia :

José Maria Pimentel Bettencourt, que já tivera a praça de Buenos Ayres, e a do Poço dos Negros (em 1808), pediu em 1824 para edificar outra n’uns terrenos situados por detraz da egreja de S. Mamede, a qual receberia o nome de Real Praça do Senhor Infante. Mas os acontecimentos politicos da epocha impediram-n’o de levar a effeito o seu designio. Em 8 de Janeiro de 1828 requereu ao Senado para este lhe aforar o terreno do Campo de Sant’Anna, onde já estivera uma praça de touros. O Senado deferiu, mandou proceder á medição do terreno e ao exame do risco da praça e tribuna real, mas exigiu o beneplacito regio. As plantas e alçados baixaram da Secretaria do Reino á Intendencia, e, em Julho de 1829 ainda não havia resolução alguma, do que Bettencourt se lamentava.

Aquella tentativa abortou. Antonio Joaquim dos Santos, administrador da Casa Pia, pediu então para construir a praça, o que foi auctorisado por decreto de 30 de Julho de 1830. O Senado da Camara fez proceder á medição do terreno, e arbitrou o fôro, mas exigiu tambem o direito dominical de ter alli um camarote. A resolução de consulta de 21 de Março de 1831 decidiu n’estes termos : — «Como parece ao Senado, fazendo aquelle abatimento no fôro que merece a Casa Pia, e escusado, quanto ao camarote, por deverem pagar todas as pessoas que concorrerem ao espectaculo que prepara.»

            Os mestres d’obras queriam quarenta contos de réis pela construção, mas a Casa pia teve licença para fazel-a por sua conta, e importou, apenas, em 22.455$931 réis.

            Foi inaugurada por D. Miguel e sua irmã, a infanta D. Maria d’Assumpção, em 3 de Junho de 1831, 3.º anniversario da entrada do exercito realista do general Povoas no Porto.

            A praça do Campo de Sant’Anna cahiu sob o camartello demolidor em 1889, e ainda há pouco (Fevereiro de 1897) o ministerio do Reino officiava ao das Obras Publicas a fim de que a Casa Pia fôsse desonerada do pagamento de 40$000 réis de fôro, que ella dava á Camara Municipal pelo terreno, que está hoje na posse do Estado.

            Quanto á praça do Salitre não podemos fixar, no certo, a data da sua construção, mas podemos dizer que é d’entre 1777 e 1780, porque um aviso de 6 d’Outubro d’este anno diz que João Gomes Varella não devia consentir jogos alguns dos prohibidos, nem outro divertimento mais que o dos Touros, para que lhe fôra concedida licença pela Rainha. No anno immediato apparece Pedro Antonio Favery querendo dar divertimento de sortes na praça do Salitre, o que não lhe consentiram, porque só tinha permissão para touros. E, no mesmo anno, o Pina Manique ameaçou o Varella de que o castigaria, se annunciasse espectaculos para os quaes não tinha licença.

            No theatro contiguo subiu á scena em 1787, no beneficio do dansarino Perini, um entremez de José Daniel intitulado A Arte de Tourear.

            Em 1798 tomou parte nos brincos de touros (como tambem lhe chamavam) o cavalleiro João Antonio Maria Gambetta, assaz conhecido. E o Favery, que então se dizia «mestre de florete e dos combates do real theatro de S. M.», dava corridas com premios, e onde havia combates de touros com cães de fila.

A praça do Salitre passou em 1788 para Antonio Gomes Varella, que, em 1803, apparece dono do theatro. Antonio Gomes Varella enforcou-se na tarde de 12 de Novembro de 1823.

            Succedeu-lhe na propriedade da praça seu filho João Gomes Varella, picador de D. Miguel, que em 1829 dizia haver succedido aos seus maiores no dominio d’um prazo de livre nomeação, em que elles haviam levantado a praça do Salitre. Por morte d’elle pertenceu a sua mulher, D. Josepha Varella, filha d’Antonio Serrate.

Ainda era ella a proprietaria em 1852, quando pedia para dar corridas de novilhos á moda hespanhola.

Na praça do Salitre davam-se touros de morte. Sabemos que, em 1826, em cada corrida de doze bichos, quatro eram mortos. A carne vendia-se em beneficio da Casa Pia. N’este anno tourearam ahi os hespanhoes José Rodrigues, matador d’espada e seu filho Pedro Rodrigues.

A Casa Real fornecia gado para as cortezias. Um officio da Casa Pia ao marquez d’Alvito, estribeiro mór, pedia dois cavallos para cortezias, uma azemola para o caixote dos rajões, e duas parelhas de muares para arrastarem os bois depois de mortos.

As corridas deviam proporcionar soffriveis lucros ao emprezario. Basta vêr que para a tarde de 4 d’Agosto de 1822 se vebderam 2,394 bilhetes d’embolação a 40 réis, 62 camarotes por 240$000 réis, 1.172 bilhetes de sombra a 480 réis, e 2.441 de sol a 240 réis, e mais quatro por 76$800 réis. Um mappa de receita e despeza calculava o lucro provavel para a Casa Pia , durante o anno de 1822, na quantia de 2.400$000 réis.

O decreto de 9 Setembro de 1821 tornou privativas d’este estabelecimento de caridade as corridas de touros em Lisboa. Mas, algumas vezes, aconteceu não receber os direitos que lhe pertenciam.

            A praça do Salitre desappareceu com o inicio das obras para a abertura da Avenida da Liberdade, em 1879.

José Maria Pimentel Bettencourt mandou edificar a praça do Poço dos Negros (á esquina do becco do Carrasco) em 1818.

Destinava-se a companhias d’arquelins, mas tambem serviu para corridas de novilhos.

Existiram mais, pela sua ordem chronologica, os seguintes circos para funambulos e volatins : o de Buenos Ayres, o do Abarracamento de peniche, o da rua do Vigario, o da rua da Procissão, e o de Madrid, no largo d’Annunciada.

O circo de Madrid abriu as portas em 15 de janeiro de 1846, e teve o seu momento de celebridade com a companhia de Avrillon. A Polletti, com alvas espaduas calandradas, a soberbia d’estatua sobre o pedestal, e a fria correcção d’um gêsso, o pequenito Leon trabalhando sobre quatro poneys em pello, o cavallo Phenix amestrado por M. Laribeau, e os prodigios de Mr. Cocchi, constituiram o chamariz. O Rattel era um palhaço d’immensa pilheria, e Madame Cocchi uma formosissima mulher, a quem os janotas se fartavam d’arrastar a aza.

            Mr. Paul Laribeau ganhou uma fortuna, que metteu no banco de Lisboa, fortuna que ficou reduzida a menos de metade, porque veio a Maria da Fonte e pagaram-lhe em notas de 4$800 réis, que apenas valiam então quatro pintos (1$920 réis).

Em 1860 estabelece-se o circo de Price, na rua do Salitre, 31, junto á travessa das Vaccas, e esta creação metteu na sombra todas as velhas reminiscencias gymnastico-acrobaticas. Inaugurou-se na noite de domingo, 11 de novembro d’aquelle anno.

Na companhia vinha, pela primeira vez, a augusta trindade da galhofa : Whytoine, Secchi, e Alfano. Whytoine era dotado d’uma indole tristonha. Recordava aquelle Debureau, o celebre clown francez, que, tendo ido consultar um medico para o curar da sua hypocondria, este, sem o conhecer, disse-lhe :

— Quer-se curar ? Vá vêr Dbureau !

— Ai ! respondia o palhaço, Debureau sou eu ! —

Depois tivemos as esplendorosas pantominas, em que o prato de resistencia eram os combates de Garibaldi e o seu triumpho ao som do hymno :

Viva la Sicilia,

Viva la Toscana.

La lingua italiana,

E la libertà !...

Veio o Leotard, rival do Blondin, veio a companhia do buffo Arderius, veio a Zamacois…

Thomaz Price foi, por espaço de 15 annos, uma figura popularissima de Lisboa.

Era de estatura meã, anafado, cara larga e massiça, olhos pequenitos, tornados ainda mais pequenos á força de os piscar e encolher as palpebras, uma cabelleirinha acompanhando a calva luzidia, e derreava um ludo-nada a cabeça para o lado esquerdo como Alexandre o Grande. Nunca se ria, fallava devagar, tinha no semblante uma bonhomia comica, uma ratice única, e declarára-se em estado de guerra permanente com as doutrinas fuliginosas dos pessimistas, e com a tristeza acida dos mysanthropos. Ninguem como elle fazia estas tres coisas : apostar, avaliar um cavallo pelas orelhas e encher um copo de cerveja. Conta-se que o Voltaire precisava d’uma pitada e d’uma chavena de café para lhe espertar a veia, o Price necessitava d’um só coisa — cervejar.

Thomaz Price foi fulminado por uma congestão, quando estava em Madrid em 1876.

Alas ! poor Yorick ! O bistre e o pó d’arroz te sejam leves !

A diversão das touradas nem sempre foi recebida com boa sombra por parte dos poderes publicos. O marquez de Pombal detestava-a, prohibiu que se corressem touros desembolados, e, por fim, que se dessem combates de touros.

A Regencia do Reino, durante a ausencia de D. João VI, tambem não mostrou melhores disposições. Primeiro consentiu as corridas, com a condição de se não matarem touros, e d’estes serem, apenas, farpeados. Depois prohibiu-as. Borges Carneiro apresentou uma proposta para a extincção das touradas, que foi discutida em Côrtes na sessão de 4 de Agosto de 1821. Travou-se debate em que tomaram parte diversos deputados, entre elles Manoel Fernandes Thomaz que se pronunciou a favor das corridas. E a proposta foi regeitada por 43 votos contra 30. Passos Manoel prohibiu-as por decreto de 19 de Setembro de 1836, que foi revogado pelo decreto de 30 de Junho de 1837.

A corrida de touros é uma diversão eminentemente caracteristica, é o genuino divertimento nacional. Já não possuimos os jogos d’agilidade e de força como no seculo XVI, em que havia a lucta, o jogo da bola ou da pella, o jogo do dardo, o jogo do malhão, o jogo dos mancáces, o jogo da choca, e outros que vemos citados nos Livros das Chancellarias, e que seviam para trenar os homens, para lhes insufflar as energias viris da combatividade. Dos exercicios athleticos com que se avigorava a fibra nacional, a tourada foi o único que nos ficou.

A Inglaterra tem o hippismo, e perpetúa o culto nobre e pagão dos exercicios musculares ; a America do Norte tem os certamens do box, em que os campeões ganham, com simples cavatinas de murro, uma fortuna e uma gloria de tenor. Nós temos o nos-o toureio, que se differença do hespanhol não só pela lide do cavalleiro, mas porque em Portugal é um jogo de destreza, um torneio, emquanto que em Hespanha é um duello de morte.

In LISBOA D’OUTROS TEMPOS – Figuras e scenas antigas, Pinto de Carvalho (Tinop) ; Livraria de Antonio Maria Pereira — Editor ; Lisboa ; 1898.

FONTE : Biblioteca Nacional de Portugal (BNP) - Lisboa.