1893 - O "DECADENTE" CAVALEIRO PORTUGUÊS JOSÉ BENTO DE ARAÚJO (A PROPÓSITO DO "FIN DE SIÈCLE") (na imprensa espanhola)


Biblioteca nacional de España


FIN DE SIÈCLE

Saben ustedes qué quiere decir fin de siècle? Por mi parte me confieso incapaz de fijar claramente cuál sea el significado del celebérrimo neologismo venido de Francia, conservado incorrupto por largo tiempo en España y no traducido hasta mucho despues de haber logrado carta de naturaleza entre nosotros. Quién lo tradujo, está por averiguar: la primera traduccion de fin de siècle de que tengo noticia, fué un toro Fin de Siglo, lidiado en Lima, sin duda por equivocacion, pues merecia serlo por nuestros decadentes toreros fin de siècle que allá en la capital e Francia, con (José) Bento d'Araujo y la ecuyère y rejoneadora Mlle. Genty, se dedican á la lidia de embolados.

Recordando casos prácticos, sé que si un presidente de tribunal juega elequívoco, y dejándose llevar de sus instintos felinos se divierte á costa del acusado como el gato con el raton, es muy fin de siècle el tal presidente: que si un jurado, en vez de condenar á la agraciada mujer que vengando agravios roció de vitriolo el rostro de su amante, la absuelve porque amó mucho, aunque bárbaramente, tambien es fin de siècle tal jurado; y que por el estilo hay políticos, literatos, cómicos, padres, hijos, esposas y esposos fin de siècle, y hasta corsés y muchas otras cosas, ninguna de ellas séria ni digna.

Pero, ¿por qué han de ser fin de siglo? Si cada siglo tuviese sus fases normalizadas como las tiene la luna, y por ejemplo, durante el primer periodo, los hombres anduviesen á trastazo limpio, como en los albores del siglo presente; en el segundo se dedicaran á restañar sus heridas y á descansar de sus fatigas; en el tercero á buscar su bienestar y á consolidarlo, y en en cuarto á gozarlo sin cuidados y con toda clase de refinamientos; entonces, digo, quizás se diria bien, si á todos esos caprichos, escentricidades y extravagancias que parecen constituir el carácter de nuestra época, se les llamara cosas de fin de siglo.

Pero los siglos no son como las gotas de agua, que todas se parecen. Los hay que empiezan regocijados y alegres como sonajas, y acaban furiosos, bañados en sangre, y envueltos por el humo y el polvo de las batallas: otros nacen entre alaridos de guerra, y mueren como viejos calaveras en un festin. Ahí está el actual: encontró al mundo estupefacto; vió la Europa convertida en un campo de batalla; le ha estremecido el rumor de la caida de los imperios, de las monarquías y de las repúblicas; entre catástrofe y catástrofe ha bailado el can-can; maldice de la vida riéndose á carcajadas, y celebra sus extravagancias llamándolas fin de siècle, sin cuidarse de si en los años que le faltan para llegar á su término, le tocará bailar á otro són, y si lo verdaderamente fin de siècle serán los ayes de dolor, las ruinas y el espanto.

Pero ¡qué importa! si ha inventado ya la cosa más fin de siglo que cabe imaginar: la frase fin de siècle, frase necia, vacía de sentido, barnizada por de fuera, barro por dentro, que ha logrado el favor que se niega á brillantes rasgos de ingenio, y con la cual en lo de ganar celebridad, ninguna otra puede comparársela.

Nació en París, y apenas nacida fué ya famosa. Diríase que se habia encontrado un tesoro riquísimo del que el mundo sentia necesidad. El descubrimiento de un nuevo astro no es acogido con tanto placer por los astrónomos, como lo fué el fin de siècle por los cazadores de frases, que son muchos y de todas las jerarquías en la república literaria. Como en España abundan extraordinariamente los que se sienten atacados del prurito de traernos todo lo que hace ruido en la capital de Francia, fueron innumerables los que se apresuraron á cazar al vuelo el escarabajo de oro parisien.

La rapidez con que se propagó el dengue es nada, si se la compara á la velocidad con que el fin de siècle vino sobre nuestra prensa y se apoderó de ella, apareciendo á la vez en cien distintas partes entero y verdadero, tal como nació en Francia, pues ni tiempo hubo para traducirlo. Y todavía reina esa frase epidémica, qu si ha difundido tanto, quizá se debe á la misma razón por la cual se propagan las epidemias: porque hay muchas naturalezas enfermizas predispuestas al contagio.

Desgraciadamente la frase se convierte ya, sin remedio, en endémica. No es posible abrir una revista, un semanario, un periódico, sin que ella hiera nuestra vista como una sonrisa estúpida. Fin de siècle vemos en artículos y correspondencias, en sueltos, en gacetillas, en chascarrillos y anuncios: pronto aparecerá en el pié de imprenta, y no digo en el título, porque ya es cosa vieja. Es frase que deberían tenerla siempre compuesta por docenas los cajistas... Y como si no bastara, hay cantantes, piezas teatrales y polkas fin de siècle, y no se pasará mucho tiempo sin que tal nombre lleven perros y gatos. Los vegetales se les han anticipado ya; díganlo sino aquellos famosos claveles verdes con que las floristas parisienses una mañana sorprendieron á los hijos de la capital del mundo civilizado, que se disputaron tan peregrinas flores á puñados de plata, y se las disputarian todavía si no se hubiese descubierto que el verde de los claveles corria parejas con el rubio de muchas cabelleras.

¡Y pensar que hay tantos que escriben fin de siècle creyendo dar muestra de su ingenio, ó erudicion, ó lo que sea! Es de presumir que tal desdicha no durará más de lo que dure el siglo, y que apenas nazca el venidero y bajo su imperio caigan todas esas cosas que llaman fin de siècle, perderán un nombre que les sentaria mal, siendo ellas, como serán, cosas de principio de siglo. Pero son muchos años los ocho que nos separan del 1901, para que nos resignemos á tan fastidiosa cantilena.

Partidarios del fin de siècle, son ustedes muy poco fin de siècles. Este fin de siglo es caprichoso, impresionable, ligero... y ustedes se hacen muy pesados con su eterna muletilla.

FRANCISCO DE A. RIEROLA.

In LA HORMIGA DE ORO, Madrid - 7 de Agosto de 1893