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LISBOA
Corrida efectuada el día 3 de Julio
Estuvo á ratos muy animada la corrida de beneficio del popular y estimadísimo caballero Jose Bento de Araujo.
Los elementos que componían el cartel eran de los mejores, pudiendo asegurarse que se había organizado una fiesta, más para satisfacer al público, que para lucrarse con ella.
Los toros pertenecían al reputado ganadero de Paucas Estevam de Olíveira, que envió una corrida superior, tanto en tipo como en lo referente á crianza, grandes é iguales, y si no entusiasmaron en cuanto á bravura, débese única y exclusivamente á la lidia que les dieron, pues fueron recortados escandalosamente, dejándoles sin faculdades á poco de presentarse en el redondel.
Esto, en los tiempos que corren, ocurre siempre que un ganadero tiene el valor y el gusto de presentar toros de lámina y de respeto.
El público se indignó á veces, y con razón, así como una parte de la prensa, pues hace mucho que no se ve una lidia tan escandalosa, revelando los diestros tanto miedo como en esta corrida.
Y probado está en más de una ocasión, aunque pese á los matadores que torean más de cincuenta corridas por temporada, que empresa ó ganadero que quiera organizar una corrida de toros grandes, tiene que echar mano de novilleros, si no ha de ocurrir lo que vimos esta tarde.
¡ Es una verguenza; sencillamente una verguenza, señores matadores de cartel!
Y vamos con la parte artística de la fiesta.
De los caballeros fué José Bento (de Araújo) el que obtuvo los honores de la tarde en la lidia del quinto, al que toreó con desusada valentía, colocándole algunos hierros magníficos, principalmente uno á tira, que causó gran entusiasmo, por la forma de preparar y consumar la suerte.
Manuel Casimiro toreó también con voluntad y fué muy aplaudido, viéndose cogido y casi desmontado por el primer toro al colocarle el primer rejón, por apretarse demasiado.
Al finalizar su trabajo el público ovacionó al artista, tributándole una cariñosa manifestación de simpatía.
Eduardo Macedo estuvo bien en la faena del sexto, que terminó con uno corto superior, por el que fué justa y entusiastamente aplaudido.
Victor Marques, á quien José Bento (de Araújo) concedió la alternativa en el tercero, no pasó de regular y casi nada hizo, por haberse inutilizado el toro poco después de presentarse en el ruedo.
A pesar de lo que del ganado hemos dicho, los espadas de la tarde, que eran Algabeño y Machaquito, no sólo no hicieron prodigios, sino que consintieron y coadyuvaron á esa serie de atrocidades cometidas por los banderilleros de sus cuadrillas, que inutilizaron una corrida sin más defectos que el de estar formada por toros de respeto y presencia.
Con los palos, estuvieron los dos maestros casi nulos.
Con la muleta, desconfiados por demás y con pocas ganas de arrimarse y parar.
En toda la tarde, únicamente Machaquito hizo algo en el sexto y Algabeño en el noveno.
En la brega, muy próximos á la apatía y poco más que vulgares.
¡ Vaya una gran tarde, maestros!
De los banderilleros Cadete y Rocha colocaron algunos pares que fueron aplaudidos; de los de las cuadrillas de los espadas, se distinguieron sobremanera Pataterillo y Moyano, que más de una vez demostraron ser dos buenos rehileteros.
Los forcados con muy poca fortuna, siendo uno de los del grupo conducido á la enfermería bastante maltratado.
La dirección, una nulidad completa.
Al Sr. Manuel Botas se debe una parte del fracaso del ganado, por no cumplir como debiera, pues de ningún modo debió consentir en el redondel cinco ó seis diestros recortando deliberadamente á los toros para quebrantarles las patas, como aconteció con el primero y el último de los corridos esta tarde.
Así dirige cualquiera.
Con la misma autoridad con que prohibió á José Bento (de Araújo) y Manuel Casimiro colocar hieros cortos al octavo, debió impedir á los banderilleros españoles que anduvieran siempre alrededor de los toros, capote en mano, para inutilizarles por completo con una serie inacabable de capotazos y recortes.
Haga valer el Sr. Botas la autoridad del puesto que ocupa é impongase para cortar abusos, en la seguridad de que no le dejarán indefenso y solo los buenos aficionados, como pudo verlo en esa misma tarde.
La entrada, un lleno.
CARLOS ABREU.
INST. DE FERNANDO VIEGAS.
In SOL Y SOMBRA, Madrid - 1 de Setembro de 1904