8 DE AGOSTO DE 1880 - MADRID: UMA CORRIDA A TERMINAR NA ESCURIDÃO (na imprensa espanhola)


 

Biblioteca nacional de España


PLAZA DE TOROS DE MADRID.

Tercera corrida de novillos verificada el día 8 de Agosto de 1880.

Todos los habitantes de la villa y córte de Madrid contaban con haber asistido á una corrida de toros nocturna durante la semana actual; pero la falta de luz nos ha impedido de este nuevo espectáculo. Para estas cosas va á ser preciso ante todo contratar la luna llena.

Pero á cambio de la corrida de tinieblas tuvimos ayer una novillada que terminó á la media noche y que fué una fucnion taurómaca internacional porque hubo en ella su correspondiente parte portuguesa.

A las cinco y media dió princípio esta funcion lidiándose dos animalitos embolados para uso de algunos jóvenes aprendices. Cuando el presidente lo dispuso, salieron los consabidos estudiantes de toreo de á pié al mismo tiempo que el alguacil buscaba á los de á caballo. Estos se hallaban todavía en la toilet y el alguacil tuvo que entrar en la cuadra á buscarlos.

Despues de ocupar los sitios de peligro salió el primer embolado, que era negro. Los piqueros señalaron y los peones simularon cinco veces la suerte de banderillas. Un jóven apreciable fué cogido tres ó cuatro veces, pero sin consecuencias; así se aprende.

El segundo morucho era hermano de pelo del anterior, pero de mucho coraje. Le señalaron cuatro puyazos y cayeron los hombres al suelo cuatro veces en compañia de los caballos.

El mismo individuo cogido en el novillao anterior, fué alcanzado en este y volteado con el mayor cariño.

Se conoce que el chico lo primero que quiere aprender es á dejarse coger. Solo se señaló un par de banderillas.

Volvieron á salir los alguaciles, y la cuadrilla se Lagartija se presentó en el redondel, marchando detrás como picadores Manitas, el Sastre y Tabitas; delante de estos se veía al caballero portugués Bento de Oliveira (ndr: era José Bento de Araújo) que debía rejonear dos toros embolados.

El traje del caballero era todo negro; el caballo enjaezado con lujo á la moda que se estila en las plazas del vecino reino.

El caballero se retiró y quedándose de tanda Manitas y el Sastre, apareció el primero de puntas, procedente de la ganadería de Yagüe, de Sevilla.

Llamábase el bicho Madaleno y era retinto oscuro, liston, bragao, caido de cuerna y algo delantero.

Lagartija le dió unas largas buenas á la salida del toril.

Madaleno tenia coraje y no le faltaba voluntad; del Sastre tomó cuatro varas propinándole una caida en la que el hombre se vió muy expuesto, porque el toro tenia la costumbre de quedarse sobre el lugar de la catástrofe en la suerte de vara.

Manitas puso dos varas, sin ningun incidente digno de referírse y salvo la pérdida de un caballo.

Tabitas clavó tres puyazos y sufrió tambien un batacazo muy regular. El caballo que monyaba el Sastre espiró tambien á impulsos de la puntilla.

 Hízose la señal de banderillas y salieron á desempeñar tal tarea, Culebra y Pepin.

El primero puso un par bueno, al recorte, aunque sin querer y otro bien señalado á la salida de un capote; Pepin dejó medio par al cuarteo.

Lagartija, que vestia traje azul y oro, pronunció un largo bríndis y emprendió una larga faena, á lo cual contribuyeron las condiciones del toro (á la faena, no al bríndis), que eran de las que ponen á prueba á los diestros.

Madaleno se hallaba receloso y defendiéndose, conservando á más muchas piernas. Lagartija hizo todo lo que se verá á continuacion.

Cuatro naturales, diez y seis con la derecha, cinco altos y uno cambiado, y un pinchazo bien señalado en las tablas.

Tres naturales y un pinchazo al lado contrario.

Un pase natural y una corta trasera á volapié.

Madaleno se echó. Pepin le ahondó el estoque, y tuvo que salir de estampía, porque el animal se arrancó tras de él.

El animalito se echó nuevamente para no levantarse más.

A todo esto estaba anocheciendo: el señor presidente apuró las suertes de los jóvenes principiantes, con lo cual el público tuvo la ventaja de no ver bien lidiados toros de puntas ni los destinados al caballero en plaza.

El Buñuelero corrió otra vez el cerrojo y apareció Morito, toro negro, afilado de cuerna, muy parado y de la misma ganadería del anterior.

El Sastre clavó dos varas y cayó al suelo una vez, perdiendo el caballo.

Manitas puso dos sin consecuencias y Tabitas una con caida estrepitosa.

Eusebio clavó un par bueno y Pulguita medio orejero y tirado. Eusebio quiso repetir, pero despues de una salida falsa, el presidente mandó tocar á muerte.

Es decir, el señor presidente tuvo que aligerar la lidia de la parte séria de la fiesta, por haberse entretenido con las marrachadas el principio.

Lagartija, con bastante desconfianza, pasó á Morito seis veces con la derecha y cuatro por alto, dando un pinchazo sin soltar.

Desde este instante, el público que vió que se acababa la tarde y que quedaban todavia los embolados del rejoneador, comenzó á impacientarse y á gritar.

El diestro dió dos pases con la derecha, uno alto y otro pinchazo sin soltar.

Despues dió otros dos pinchazos á la media vuelta, y cuando se disponia á descabellar, el presidente, tan impaciente como el público, mandó salir los cabestros, que se llevaron al toro.

Si salieron tan pronto para todos los matadores, ¡apenas si habrian quedado toros vivos á estas fechas!



En medio de las más densas tinieblas, se verificó la última parte del espectáculo.

El caballero (José) Bento (de Araújo) salió á rejonear.

El primer toro de los embolados á la portuguesa fué un buey, con el que casi era imposible hacer suerte alguna.

A pesar de eso el caballero clavó dos rejoncillos con maestria.

El animalito, que era negro giron, murió á manos de Valladolid que empleó la brega siguiente:

Dos pases naturales, dos con la derecha, uno alto, dos cambiados y un bajonazo.

Dos naturales, uno con la derecha y una estocada atravesada.

Dos altos y otra estocada como la anterior.

Un descabello.

Negro y de más coraje que el anterior fué el segundo embolado. El caballero montaba un caballo blanco; al clavar el primer rejoncillo fué alcanzado y derribado, queadndo muerto del golpe el caballo.

Montando despues en otro caballo clavó otro rejoncillo.

No se veia ya absolutamente nada cuando el presidente mandó matar. Valladolid tomó los trastos; pero el toro saltó la barrera y allí se lo tragó la tierra ó el corral, porque nadie lo volvió a ver.

La verdad es que ayer se debió ensayar la luz eléctrica, porque la mitad de la fiesta fué invisible.

Hasta la que viene.

JUAN DE INVIERNO.

In EL TOREO, Madrid - 9 de Agosto de 1880